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El mensaje del huracán Irene al movimiento de protesta fiscal Tea Party

No espere que nadie organice una fiesta de té, pero el estado intervencionista hizo por fin algo bien.

El lunes, seis años del día después de que el huracán Katrina arrasara zonas de Nueva Orleáns y diezmara la noción de estado federal competente, el responsable de la Agencia Federal de Gestión de Emergencias (FEMA) Craig Fugate ofrecía una anécdota que avala lo distintas que fueron las cosas con el huracán Irene.

En el estrado de la sala de prensa de la Casa Blanca, recordó las imágenes vía satélite de la trayectoria del Irene. "¿Recuerdan ver las imágenes satélite, lo grande que era esa tormenta y lo cerca que estaba del estado de Florida?" preguntaba. Fugate, el antiguo responsable de gestión del servicio de urgencias de Florida, también decía que hace alrededor de una década "Florida habría tenido que evacuar por esta vía".

En cambio, los modelos avanzados de la Agencia Atmosférica y Oceánica Nacional predijeron que tocaría tierra en Carolina del Norte y, en la práctica, "la trayectoria solamente se desvió unos 16 metros de donde pensamos que iba a tocar tierra realmente".

Fue solamente una muestra de la anticipación general al Irene y la respuesta a la tormenta que ha hecho recibir notas altas a la FEMA y a la Agencia Atmosférica y Oceánica Nacional. Como la muerte de Osama bin Laden, es un infrecuente recordatorio de que el estado todavía sabe hacer grandes cosas, después de haber agotado todas las demás posibilidades.

Tales éxitos pueden brindar un antídoto al deterioro de la confianza en el gobierno por parte de la opinión pública. A la sazón, un sondeo Gallup dado a conocer el lunes demuestra que sólo el 17% de los estadounidenses tienen una opinión favorable del gobierno federal, un nuevo mínimo.

Más probablemente sin embargo, los estadounidenses no van a tener mucho tiempo para saborear esta nueva competencia en la administración pública. La Agencia Atmosférica y Oceánica Nacional se ha visto afectada por los recortes presupuestarios que van a menoscabar su capacidad de seguir las tormentas, y la agencia de gestión de desastres FEMA, como gran parte del gobierno federal, va a perder la tercera parte de sus recursos a la próxima década si los Republicanos del movimiento de protesta fiscal se salen con la suya.

En el compromiso de gasto público de este ejercicio negociado entre los legisladores Republicanos y la Casa Blanca, los presupuestos de la Agencia Atmosférica se recortan alrededor de 140 millones (los congresistas Republicanos habían solicitado recortes mucho más importantes) y el dinero destinado a nuevos satélites se recorta más de 500 millones a petición del Presidente Obama. La responsable de la Agencia Jane Lubchenco advertía en mayo: "Estamos abocados probablemente a un período de unos años en los que no podemos activar el mecanismo de tormentas fuertes... que la gente se ha acostumbrado a esperar hoy".

Los congresistas Demócratas y la Casa Blanca fueron algo más útiles en este sentido este ejercicio al oponerse a los recortes a la FEMA que habían propuesto los Republicanos. Pero bajo los planes de los congresistas Republicanos de congelar el gasto administrativo independiente de la defensa a niveles de 2008 durante una década, los recortes a la FEMA son inevitables. Según un análisis de Scott Lilly en el Centro para el Progreso Estadounidense que tiene en cuenta la inflación y la demografía, esto equivale a un recorte del 31% en el gasto público real per cápita a funciones administrativas como la FEMA.

Los activistas del movimiento fiscal que denuncian al gobierno intervencionista parecen tener una noción abstracta de que el gasto del estado significa programas sociales y burocracias saturadas. Casi seguro no piensan en el seguimiento de los huracanes y la distribución de los suministros de la FEMA en la respuesta a los desastres naturales. Pero si logran pelar progresivamente el gasto público, parte de estos activistas fiscales (los residentes de las costas y las regiones del interior que sufren huracanes sobre todo) se podrían sorprender al descubrir que han convertido al estado del huracán Irene en el estado del huracán Katrina.

El estado del Irene tendría sus ventajas en apariencia. Antes de que llegara la tormenta, 18 equipos de la FEMA se destacaron de Florida hasta Maine desplazándose según la respuesta se desplazaba hacia Nueva Inglaterra. Había dispuestos alimentos, agua, generadores y toldos a lo largo de la trayectoria de la tormenta. En Vermont, cuando la tormenta impuso la evacuación del centro de gestión de emergencias del estado, la plantilla se trasladó a las instalaciones de la FEMA. En Carolina del Norte, la FEMA alumbró a las autoridades locales con generadores. Y en todas partes, la FEMA, teniendo en cuenta las nuevas competencias otorgadas por el Congreso tras el Katrina, no tuvo que aguardar a que las instancias estatales pidieran ayuda.

"Hemos de intervenir rápido; hemos de apoyarnos en el impacto potencial", decía el lunes Fugate describiendo la respuesta al Irene. "Esa es la razón de que miremos los pronósticos que recibimos del centro de huracanes, y de que tomemos decisiones apoyadas en el impacto potencial que podría darse. Si se espera a conocer los daños, se vuelve más difícil cambiar el resultado final".

Es un modelo. El otro es tener un estado federal débil, sin los recursos para pronosticar las tormentas o iniciar intervenciones robustas de emergencia a tiempo para servir de algo bueno. Llamémoslo modelo de respuesta del movimiento de protesta fiscal.


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Dana Milbank

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