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El grito catalán

Por primera vez, algunos catalanes han dicho basta. Esa es la gran noticia. Cansados de guardar silencio ante el abuso independentista, han salido a la calle y han gritado que se puede ser catalán y español al mismo tiempo. Que ya vale de señalamientos, de exclusiones, de marginación y de exilio voluntario por el hecho de sentirse español en Cataluña. Han sido pocos pero sus gritos han despertado a muchos.

Hasta ahora, en Cataluña, solo unos cuantos jóvenes salían a la calle a celebrar los éxitos de la selección española de fútbol. No había más muestras de la españolidad catalana. Y el catalanismo oficial lo consentía porque los despreciaba y porque, a fin de cuentas, consideraban los éxitos de las selección española como suyos ya que en ella jugaban unos cuantos jugadores del F.C. Barcelona.

Hasta ahora, los catalanes que se sentían también españoles no iban siquiera a votar de propio desencanto. A fin de cuentas, el catalán es persona pacifica y de sentido común a la que le gusta trabajar y ocuparse de sus asuntos más que de la cosa pública. Y así fue, por ejemplo, como los separatistas ganaron la votación del nuevo Estatuto que nadie pedía. Ni siquiera les interesaba votar al PSC, el tradicional partido donde se recogían los votos de los que se consideraban españoles, porque también se había convertido en un partido secesionista más, como se ha demostrado hace unos días con su ruptura.

Y ante ese silencio, la opresión de los secesionistas, apoyados por unos medios de comunicación comprados con dinero de todos (llegaron a publicar un editorial único el mismo día, al mejor estilo de la Prensa del Movimiento franquista y para mayor vergüenza del periodismo), impedía que se ejerciese la más mínima oposición.

Pero esa masa de ciudadanos de la Cataluña silenciosa se ha levantado por fin y ha gritado ¡basta!, dando la cara de una forma rotunda, cívica y festiva al último desafío independentista, creado para ocultar la pésima gestión económica de los separatistas.

Ha sido la expresión de la indignación auténtica de unos jóvenes que, frente al conformismo reinante, han gritado libertad para los catalanes que no comulgan con el pensamiento único que tratan de imponerle unos cuantos y gritar "Yo soy catalán y español" y "Cataluña es España".

Es cierto que han sido pocos. Pero ese no es el problema. Hasta éste 12 de octubre no había nadie que se atreviese a dar el paso. Cada día serán más. Porque Cataluña es mucho más que una manifestación de separatistas, organizada con el dinero de todos, que quieren ponerle puertas al campo y hacerse un corralito en una Europa que camina en sentido contrario. Creo que, a partir de ahora muchos catalanes que se sienten españoles empezaran a salir a la calle, hartos de estar hartos, que cantaba Joan Manuel Serrat.

Por cierto, como profesional del periodismo he sentido vergüenza viendo cómo las televisiones, que van de progres, transmitían en directo, hace unos días, la violencia de unos pocos frente al Congreso de los Diputados con la intención de asaltarlo y le negaban el pan y la sal a otros pocos que se concentraban en paz en Barcelona gritando, simplemente, que Cataluña es España. Así se escribe la historia.


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La sonrisa de la avispa