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¿Dimitir? Nunca

Rubalcaba quiere emular al Rajoy de la primera legislatura de Zapatero; pero si Rajoy empujó al PP, a pesar de ser cuestionado por gran número de los dirigentes de su partido tras la derrota electoral, con una línea de oposición basada en la estrategia de la presión continua, que logró mantener cohesionada a su base electoral, Rubalcaba, por el contrario, ha perdido, a tenor de las encuestas y de los resultados electorales, gran parte del respaldo de su base social y electoral, aunque permanece respaldado por sus compañeros de dirección política.

¿Qué tiene más valor? Esa es la pregunta que ahora, tras la esperada comparecencia del líder del PSOE en la que ha anunciado que no piensa dimitir porque tiene un mandato de cuatro años, deben hacerse los socialistas con responsabilidades políticas. ¿Vale más el respaldo interno que el social? ¿Vale más la confianza de los dirigentes que el voto de los ciudadanos? ¿Vale más obviar el rechazo continuo en encuestas, manifestaciones y elecciones y considerar el respaldo sistemático de los que ocupan parcelas de poder constituidas en torno al líder?

Dicen los socialistas, frente a Rajoy, que la ciudadanía no solo se expresa en las urnas y que hay que escuchar a la calle. ¿Escuchan los socialistas, en consecuencia, la opinión pública creciente que rechaza el modelo de oposición? ¿Escuchan, acaso, la voz de los votantes? Ni una ni otra. El PSOE y su líder se han enrocado bajo el paraguas de un supuesto mandato ineludible. En el PSOE los conceptos de dimisión y cambio ¿tienen algún valor? Efectivamente, los mandatos se estipulan para un periodo, pero la política no es estática, sino dinámica. Efectivamente, Rubalcaba ganó un congreso pero, ¿Acaso las circunstancias no han ido variado y a ellas, en cada caso, hay que dar respuesta?

El PSOE prometió cambiar las formas con las que se hace la política, tratando de acercarla a la gente. Decían sus dirigentes que la participación debía exceder al voto electoral, y que el dinamismo de una sociedad inquieta debería reflejarse en una actitud de escucha activa. ¿Dónde queda todo eso cuando la realidad se impone al criterio de los que mandan en los órganos de gobierno?

Rajoy nunca expresó deseo de cambio, incluso cuestionó la legitimidad del resultado de 2004. Agarró la bandera de una oposición frontal y logró eclipsar el mensaje negativo sobre él con una actitud agresiva sobre su adversario, manteniendo viva la movilización de su electorado. Con eso llegó a 2008 y con ello agotó a sus adversarios internos. La crisis hundió al ZP victorioso de 2008 y el camino a la Moncloa quedó despejado.

¿Qué espera Rubalcaba? ¿Cuál es su estrategia? España atraviesa una crisis terrible y los electores no olvidan que bajo el mandato socialista se fraguó la espiral de desastres económicos, como tampoco olvida la base social del socialismo que bajo el mandato del PSOE se abrió la puerta a la política económica que ahora se hace.

Quizá por eso Rubalcaba se siente incapaz de aglutinar a las bases electorales del PSOE en torno a una alternativa consistente que se enfrente abiertamente al PP, y juega a amagar pequeñas diferencias parlamentarias y discursos de inquietud social en la calle, como el del apoyo a una huelga general que, en alguna medida, también lo es contra el que creó, o ayudó a crear, las circunstancias actuales: reformas laborales para flexibilizar el mercado de trabajo, congelación de pensiones, reducción de ayudas sociales, etc. y la reforma constitucional que consagró el déficit cero como dogma de estado.

Rubalcaba, partícipe activo de todo lo anterior, trata de conjugar verbos que no hagan que la respuesta social les recuerde su responsabilidad, y eso lo debilita extraordinariamente para hacer frente a las estrategias económicas del PP.

No habrá cambios, nos pongamos como nos pongamos los analistas o se pongan como se pongan los electores. Cuando se hagan ya será demasiado tarde para el PSOE. Y España, ya lo hemos dicho, se merece una oposición que sea una alternativa real al gobierno para que podamos elegir entre proyectos. Eso se merece España, señor Rubalcaba. Y con éstas palabras tan suyas.

Editorial Estrella