Cristiano es lo Real
Tiraron al gallego al río, y poco después fue prohibida cualquier manifestación de violencia explícita e implícita en todo el estado. No cometerás actos impuros de pensamiento, palabra, obra u omisión. Así están las cosas en Europa y parece que es irreversible. La violencia entonces, se convierte en lo prohibido, en una fuerza fascinante. La imagen en el cine, en la televisión, en el fotoperiodismo, nos devuelve el gozo misterioso del cuerpo mutilado. Disfrutamos la violencia en lo simbólico, ya que se ha extirpado del corazón mismo de la democracia. Y disfrutamos sin que nadie se entere, de la fricción entre nuestra placa tectónica honrada, sana y confortable; y la que queda mas allá, adonde fue arrojado el demonio que se le exorcizó a occidente.
De ese más allá llegó Marcelo y después de tantas idas y venidas este año ha llegado a su madurez, y es por fin un niño. El caos de su gente, en él no engendra violencia y sí más desorden aún. Anchelotti se las ha arreglado para que esa invitación al desastre sólo se de en una dirección. En ataque es incontenible, y no precisamente un tsunami, si no más bien un ataque de risa. El equipo tiene en su banda una vía de escape de ansiedades y ortodoxias, y sabe que el brasileño pone el balón en una de las zonas marcadas con una cruz, con una finta, una pared y la burla de su centro.
El Madrid de florentino le devuelve el gozo al espectador. Detrás de esa riqueza esparcida por el césped, queda el páramo, el resto del fútbol utilizado como nutriente del único equipo real. El Celta se opuso a la voluntad madridista con una entereza aparente. Sabían dos cosas: la imposibilidad del gol, con pepe y ramos como una marea de piedra contra la que se rompen las esperanzas de los delanteros. Y sabían de la certeza de la docena de ocasiones que iba a clavar el madrid en su retina aún jugando sin compás. Fue un partido con un ritmo escaso. Sin Modric y sin Isco, Kroos volvió a su antigua posición de dominio y anduvo buscándose el empeine todo el partido. Illarra se ancló donde fue necesario y neutralizó con sencillez las jugadas rivales que merodeaban la mediapunta, dándole al ataque madridista un conato de orden necesario para que los delanteros le sacudieran la cara al encuentro.
La primera parte tuvo un aire al equipo de hace un año. No existía ese hilván minucioso entre las diferentes fases del juego (que se fue con modric), pero Bale, tenía un horizonte tan amplio como Monument Valley. El que rompió el espejismo fue Marcelo con dos pases que atravesaron el campo con malicia. En el segundo, escalaba puentes por el interior y vio a Cristiano desmarcándose en la corona del área. Allá fue el balón y allá fue Ronaldo, al que rozaron los dioses y cayó fulminado como un héroe de cartón piedra. Pitaron la pena para acabar con el sufrimiento del animal lo más rápido posible y Cristiano marcó su gol trescientos en lo que va de semana.
El Madrid se agazapó en algún lugar del campo (no exactamente la defensa) y empezó a contratacar hacia cualquier lado. En realidad tener la pelota era lo de menos, pues con la simple posibilidad de la recuperación, los delanteros madridistas y James, salían disparados hacia delante. Illarra se llevaba las manos a la cabeza, pero el partido nunca estuvo fuera de control por la labor asesina de los centrales y por la confianza sobre la que el club se ha acostado desde que Ramos se elevó sobre su mito en Lisboa. Hubo carreras y bandolerismo mutuo, con balones flotantes que resbalaban hacia los bordes del campo hasta que uno de los laterales o Bale los convertían en jugadas, normalmente desperdiciadas en el último impulso.
Cristiano marcó otros dos. Uno en un rebote, suerte que domina en plenitud por su conocimiento extraordinario de los caminos torcidos del fútbol; y otro en una de esas jugadas en las que pulsa los espacios hasta que el balón le llega y está sólo. Es el hombre de los récords y está siempre sólo. Se podría fundar en sus movimientos, un partido político basado en la rabia del niñato y la libertad individual del genio.
Entre medias sólo el rastro de Bale que juega con tanto sigilo que parece que nos oculta algo. Quizás sea mejor así, para mantener un pequeño hilo dramático que eleve los partidos a un voltaje superior. O eso, o luchar contra un espejo.
REAL MADRID, 3-CELTA, 0
Real Madrid: Casillas; Carvajal, Pepe, Ramos, Marcelo; Bale, Illarramendi, Kroos, James (Arbeloa, m. 53); Benzema (Coentrão, m. 81) y Cristiano (Chicharito, m. 86). No utilizados: Medrán, Varane, Keylor, Nacho.
Celta: Sergio Álvarez; Hugo Mallo, Cabral (sergi Gómez, m. 74), Fontás, Jonny; Hernández, Radoja, Krohn-Dehli (mina, m. 84); Orellana (Augusto, m. 69) , Larrivey y Nolito. No utilizados: Charles, Blanco, Planas.
Goles: 1-0. M. 35. Cristiano (p). 2-0. M. 65. Cristiano. 3-0. M. 82. Cristiano.
Árbitro: Alberto Undiano Mallenco. Amonestó a Cabral, Jonny, Nolito, James, Carvajal, Hernández, Arbeloa e Illarramendi.
Unos 85.000 espectadores en el Santiago Bernabéu.
Ángel del Riego