Choque de trenes
La crisis nos está hundiendo. Sus efectos devastadores se dejan sentir más allá de los dominios de la economía. Los desajustes alcanzan también al reino del sano juicio de algunos políticos. Si analizamos el grueso de lo que se publica en relación con la apuesta independentista de los partidos nacionalistas catalanes y las réplicas que semejante pretensión están provocando podríamos llegar a la conclusión de que Cataluña está poco menos que al borde de la escisión.
Y, no es así. Es cierto que Artur Mas se ha envuelto en la bandera soberanista para enmascarar los efectos impopulares de su política de recortes y siendo, desde luego, muy llamativo su órdago reclamando un pacto fiscal, resulta que a día de hoy, lo que de verdad está pasando en Cataluña es que dentro de un mes hay elecciones y en esos comicios CiU aspira a conseguir la mayoría absoluta pescando en sus caladeros tradicionales y en los de ERC, su rival en la disputa por la etiqueta del independentismo. Hemos sabido por boca del presidente del Gobierno que Mas empezó su campaña el día en el que Rajoy le recibió en La Moncloa para oírle decir que si no había concierto fiscal debería atenerse a las consecuencias.
Mas ha negado la literalidad de esas palabras, aunque sus hechos públicos desde aquél día le delatan. Hay quien critica a Rajoy por no haber puesto en su sitio a Mas recordándole el artículo 155 de la Constitución -el que permite la suspensión de la autonomía-. Otros opinan que en un momento en el que algunos actores de esta historia comparecen en el escenario al borde de un ataque de nervios, lo mejor es mostrar serenidad. Tengo para mí que es el camino. Serenidad, diálogo y que se cumpla la ley porque lo otro: dejarse llevar por las emociones colocando los sentimientos y los nervios por encima de la política y el sentido de la realidad conduce al choque de trenes. Choque que la mayoría de los españoles, incluidos los catalanes, no queremos.
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Fermín Bocos