Última hora

Calentón urbano

No nos veíamos desde hacía diez años pero parece que ambos nos acordábamos el uno del otro, es difícil olvidar la primera vez. No recuerdo quién llamó a quién. Lo único que sabía es que iba conduciendo mi coche en dirección adonde habíamos quedado.

Sabía que era una cita importante, así que no escatimé en arreglarme. Ropa interior transparente y un vestido rojo que apenas me dejaba respirar, así sabría que mi cuerpo no había cambiado tanto desde que estábamos juntos.

Cuando le vi empecé a temblar, estaba como siempre, los años no habían pasado por él. Rápidamente nos pusimos a hablar y a recordar viejos tiempos. Fuimos a un centro comercial porque tenía que comprarle un regalo de cumpleaños a su hermana, me pidió que me probara la ropa que había pensado regalarla, ya que Nadia y yo teníamos la misma talla. No sé si fue el calor de los probadores o la excitación por verle, pero no pude esperar y le metí dentro del probador. Comenzamos a besarnos apasionadamente y noté como su mano se colaba por mi camiseta y acariciaba mis pechos, de repente alguien llamó a la puerta. “Por favor, no puede haber dos personas en un mismo probador”, nos dijo una de las dependientas. Nuestra tensión sexual se vio interrumpida y Alberto salió del probador.

Cuando me vestí decidimos salir del centro comercial y nos dirigimos a un bar muy íntimo únicamente alumbrado con velas. Alberto pidió una botella de vino y entre copa y copa la temperatura entre nosotros iba subiendo. Cuando estaba lo suficientemente perjudicada le arrastre al baño del local, empezamos a besarnos de nuevo y bajé sus pantalones, ahí estaba, erguida y dispuesta tal y como recordaba. La metí en mi boca y empecé a hacer eso que tanto sabía que le excitaba, él se estremecía de placer mientras me agarraba del pelo. De nuevo interrupción. “Oye, ¿quién hay ahí? hacer el favor de salir que nos estamos meando”. Otro momento destrozado. Él se subió los pantalones y yo me limpie, no nos quedó otra que salir del baño ante la mirada perpleja de los que esperaban.

No podíamos hacer mucho más allí así que nos marchamos del bar. Pero la cosa no podía quedar de esa manera después de diez años esperando. Como ambos teníamos gente en casa optamos por escaparnos con el coche a algún lugar donde dar rienda suelta a nuestra pasión.

Nos subimos en mi coche y circulamos sin destino. Él comenzó a tocar mi pierna y poco a poco fue subiendo hasta encontrar mi tanga, de pronto noté como sus dedos buscaban y encontraban mi clítoris, no podía seguir conduciendo. Mientras besaba mi cuello y acariciaba mi monte de venus di un volantazo y salí de la carretera para acabar en un área de descanso rodeada por árboles en medio de la montaña.

Alberto se lanzó de todo, me arrancó el vestido como pudo mientras yo le bajaba los pantalones, era imposible parar aquella situación, no tendríamos más interrupciones. Su lengua recorría mi cuerpo mientras sus dedos volvían al sitio donde habían empezado, mi clítoris, cuando no pude más le empuje y me coloque encima como pude. Su pene entró en mi cuerpo y sentí como me estremecía. Él apretaba mis pechos mientras los besaba e intentaba metérselos en la boca.

No duramos mucho, la pasión nos pudo y tuvimos un orgasmo intenso e inolvidable. No nos los podíamos creer por fin lo habíamos conseguido.

Mientras nos vestíamos oímos un ruido, un golpe en el cristal, no se veía, el vaho de nuestra pasión nos había ocultado. Bajé la ventanilla, era una madre de familia, se había perdido, menos mal que no apareció antes.

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