Buenas maneras y un debate de contenido, en el que los principales contendientes -el presidente del Gobierno y el portavoz del PP, Pío García Escudero- esgrimieron sus mejores armas. La política económica y la gestión de la crisis centró la discusión, cuando ya han surgido las primeras muestras del descontento por la subida de impuestos y el 80 por ciento de los encuestados califica de "mala o muy mala" la situación económica. El enfrentamiento ha dejado fuera otros espinosos asuntos que ocupaban la actualidad informativa, como el sumario 'Gürtel', que salpica al PP, y el 'caso Faisán', que incumbe al Gobierno del PSOE en la política antiterrorista del 2006.
Le preguntaba García Escudero si garantizaba el Gobierno que no habrá nuevas subidas de impuestos además de las anunciadas y el presidente le ha hecho "un matiz" -cuando se debatan y se aprueben los Presupuestos-, "una precisión" -es una propuesta que el Gobierno lleva a las Cámaras parlamentarias- y un 'recordatorio': "La presión fiscal no supera a la que nos encontramos al llegar al Gobierno". El discurso ha desatado las exclamaciones en la bancada popular. Pero el presidente seguía con su discurso: "Ahora hay más prestacionies sociales en este país, más becas, más inversión en innovación...". "Y más paro", gritaban los populares.
Pagar el desempleo "es una obligación del Gobierno, no una excusa para no hacer nada más", clamaba el portavoz popular, para quien el proyecto de cuentas públicas para el 2010 es "un disparate". Los propios Presupuestos -decía- contemplan un incremento de 300.000 nuevos parados el próximo año y "no hay [en ellos] ninguna medida para crear empleo". García Escudero incidía en el descontrol del gasto y del déficit por encima del 60 por ciento del PIB, fijado en el Pacto de Estabilidad del 2012, e insistía en que el actual es el peor momento para la subida fiscal. Le ha reprochado, en suma, que su acción se quede en las "ineludibles medidas de protección social", mientras que no adopta "las ineludibles medias proactivas de creación de empleo". "Estamos gastando el doble de lo que ingresamos", y advertía del descuadre presupuestario del 23 por ciento en este año, que se incrementaría, a este ritmo, en el año 2010. "Usted practica la solidaridad del embudo", le espetaba al presidente. "En realidad, lo único que le importa no es la paz social, sino que le dejen en paz. Pide que se arrime el hombro, y lo que está usted haciendo es encojerse de hombros".
Turbulencia, tormenta y huracán
Las críticas le caían de perfil. Zapatero seguía con sus cifras: "Hoy, por cierto, se ha conocido una buena noticia, en Renault". "¿Y la Opel?", chillaban los populares. "¿Les sorprende o no les agrada?", se picaba el presidente, y después aseguraba que el esfuerzo presupuestario de la Comunidad de Castila y León -gobernada por los populares- para el plan de empleo en Renault ha sido posible gracias a la nueva financiación aprobada por el Gobierno. No faltaron unas gotas de esencia: "Ustedes no tienen esa sensibilidad social", decía a los populares, en alusión a la ampliación de ayuda a los parados, que fue respaldada en el Congreso por el PP.
Zapatero no sólo no ha negado la gravedad de la crisis sino que ha defendido un cambio de cara para afrontarla ante la opinión pública. Sí ha desplegado unas cifras que abrigan la esperanza, como que estamos "veinte puntos por debajo de la media europea en la deuda pública". No ha dicho nada más sobre el paro salvo que la crisis es "muy seria", "muy fuerte", "aguda y profunda", "a nosotros nos ha dado duro en el empleo".
La crisis comenzó como "una turbulencia, luego una tormenta y después un huracán: no había GPS para poderse orientar". En su despliegue de cifras y mensajes, el presidente hizo gala de contención en el gasto para no endeudarse mas. Defendió las inversiones públicas como el Plan E y las medidas tomadas "pensando en el país y en el futuro, no en el corto plazo". Lo dijo con desahogo, y se fue.