Historias de mi vida liberal: Ereso y la cultura del franquismo (1941-1975)
Libros Ereso: Crónica de una Librería que Iluminó las Islas. En junio de 2009, leí con tristeza la noticia del cierre de Libros Ereso, también conocida como Ibiza o Ebussus, ubicada en Palma de Mallorca, en la esquina de las calles de Sant Nicolau y Peraires. Esta librería, que pertenecía entonces a la Distribuidora Rotger, estaba dedicada a las novedades editoriales y representaba, para muchos mallorquines y estudiosos de las Islas, mucho más que un simple punto de venta de libros. Era un faro cultural en tiempos oscuros. Su desaparición simbolizó algo más profundo: un síntoma de la decadencia cultural de nuestra sociedad.
Recuerdo, con especial claridad, que durante uno de mis viajes a Palma, intenté adquirir en Libros Ereso el libro “ACROLLAM”, del escritor Biel Mesquida. No lo tenían en ese momento, y terminé comprándolo en El Corte Inglés de Jaume III. Este pequeño episodio, que podría parecer insignificante, revelaba una triste paradoja: la cultura, que antes se encontraba en librerías con alma, debía ahora buscarse entre grandes almacenes. Un cambio de paradigma que hablaba, más que de mercado, de valores.
Pero esta historia no comienza ni termina con una transacción fallida. Tiene raíces profundas, personales, casi íntimas. Mi vínculo con Libros Ereso va más allá del cliente habitual. La mayor parte de mi biblioteca en Madrid sobre Mallorca —compuesta por unos 1500 libros— proviene de allí. Y es que, a pesar de lo que muchos creen, Libros Ereso no fue fundada por Tomeu Payeras, mi amigo de juventud y profesor, sino por mi padre, Gabriel Rabassa Oliver, en el año 1941 —coincidiendo, por cierto, con mi nacimiento.
Un Sueño en la Calle Santa Clara. La librería nació como “Biblioteca Circulante Ereso”, en los bajos del número 21 de la calle Santa Clara, en el mismo edificio donde vivía mi abuelo, Bernardo Rabassa Boeras. Inspirado por los ideales de acercar la lectura al pueblo, mi padre creó un espacio para el préstamo y la venta de libros. En aquella época, los libros eran ventanas abiertas al pensamiento, pero también objetos de control y censura. La idea de una biblioteca circulante era, en sí misma, un gesto de valentía.
Casi simultáneamente, Francisco de Borja Moll, compañero de mi padre, fundaba también “Libros Mallorca”. Ambos, comprometidos con la cultura de las islas, serían pilares del Estudio General Luliano, una institución que sembraría las semillas de lo que más tarde sería la Universidad Balear. En un tiempo en el que solo existían la Escuela de Magisterio y la Escuela de Comercio, estudiar una carrera universitaria exigía emigrar o formarse de forma libre con profesores locales como Antonio Martorell, Juan Galmés, José Font y Xim Oliver, grandes figuras generalmente olvidadas por su independencia frente a la dictadura.
El Origen de un Nombre: Ereso. Por qué “Ereso”? La explicación es tan poética como histórica. Ereso es la forma griega de Ebussus, el antiguo nombre fenicio de Ibiza, dedicado al dios Ebessos. El historiador griego del siglo II, Dio Cassi, lo utilizó para referirse a la conquista de la isla por Cneo Pompeyo. Un error de copia —confundir la beta con la ro— llevó al nombre “Epesos”, que después sería malinterpretado por Joan Román y Calbet, quien creyó que el nombre original era “Ereso”. Mi padre también compartió esta convicción.
Además, había un lazo familiar. Mi madre, Alicia, era ibicenca, hija del comandante militar de la plaza, Manuel Asenjo Alonso, y de una ibicenca de linaje corsario, Georgina Pineda Puget, cuyos antepasados armaron barcos al servicio del Rey. Hasta hace pocas décadas, esa tradición náutica sobrevivía en forma de pequeñas embarcaciones de cabotaje, como las de la empresa “Hijos de Idelfonso Pineda, S.L.”, hoy ya desaparecidas.
Una Imagen Pintada de Nostalgia. Un cuadro de G. Vadell, pintado en 1945, preside hoy mi e en mi casa de Madrid. En él, Ibiza se contempla desde los antiguos marjales —hoy el Club Náutico—. A la derecha, un pescador de gambas; al fondo, el Puig des Molins, la Catedral, y el Instituto. Allí también destaca la casa de mi tío Mariano Riquer Wallis. La pintura es un umbral a mi infancia: a una Ibiza sin hippies, sin turistas, sin hoteles. Una ciudad que terminaba en el Paseo de Vara de Rey, donde los campesinos dejaban sus carros y ofrecían al mercado los frutos de su tierra. Las mujeres, vestidas de payesas, lucían pañuelos multicolores o negros, dependiendo del luto. ¡Qué pureza de tiempos, qué autenticidad de vida!
Fue en esa Ibiza donde mi padre conoció a mi madre. Fue esa Ereso la que lo marcó, y la que dejó de existir para no volver jamás.
Cultura en la Sombra: Libros Prohibidos y Pensamiento Libre. La Librería Circulante Ereso se convirtió pronto en algo más que un punto de intercambio. Fue un centro de resistencia cultural. Muchos de los libros que allí circularon estaban prohibidos por el régimen de Franco.
.La verdad es que entones intenté, en uno de mis viajes a Palma, comprar el libro “ACROLLAM”, de Biel Mesquida, y no lo tenían. Lo compré en El Corte Inglés de Jaume III. Significativo síntoma de decadencia cultural. Pero la noticia, siendo triste, pues la mayor parte de mi biblioteca de Madrid sobre Mallorca(unos 1500 libros), procede de Libros Ereso, que por cierto no fue fundada por Tomeu Payeras, amigo de juventud y profesor mío, sino por mi padre, Gabriel Rabassa Oliver, quien la creó en el año 41 (año de mi nacimiento), en la calle Santa Clara 21, en los bajos del domicilio de mi abuelo, Bernardo Rabassa Boeras, y como Biblioteca Circulante Ereso, es decir, dedicada al préstamo y venta de libros, casi al mismo tiempo que su coetánea, “Libros Mallorca”, del también compañero de mi padre, Francisco de Borja Moll. Ambos próceres, creadores del Estudio General Luliano, que con una cátedra de Lulismo, los cursos de verano de la Universidad de Barcelona y San Francisco, y las Comunes de Filosofía y Letras y Derecho, fueron el punto de arranque de la Universidad Balear. Antes, sólo existía la escuela de Magisterio, que frecuenté y la Escuela de Comercio. Si querías ser universitario, ya sabías: a emigrar, o, como tuve que hacer yo, estudiar por libre, con profesores locales: Antonio Martorell, Juan Galmés, José Font, Xim Oliver, personajes insignes, aunque escasamente recordados, generalmente apartados de la fama, por su espíritu independiente a la Dictadura.
¿Por qué Ereso? Muy fácil, mi madre, Alicia, era ibicenca, hija de un navarro, comandante militar de la Plaza, Manuel Asenjo Alonso, casado con una ibicenca, Georgina Pineda Puget, descendiente de los Pineda que habían armado barcos en corso, al servicio del Rey, y que hace años todavía subsistian como navegación de cabotaje, con barcos de madera, provistos de motor, como “Hijos de Idelfonso Pineda, S.L”., hasta la putricion de los mismos,ya obsoletos en el fondo del Puerto de Ibiza (actual Club Náutico).
Cuantos recuerdos de mis vacaciones de verano, en mi niñez, en una Ibiza,sin hippies, turistas,hoteles,ni chalets. Que terminaba al final de Paseo de Vara de Rey,en donde dejaban sus carros los campesinos que traian al mercado sus productos agricolas,al pie de la monumental entrada a las murallas con sus estatuas romanas en hornacina, acompañados por sus mujeres vestidas de payesa y sus trenzas terminadas en lazos ,asomadas de sus pañuelos,multicolores,las mas jovenes o negros por luto riguroso de al menos diez años,según fuera cercano el difunto!.Esta es la Ereso donde conocio mi padre a mi padre a mi madre y que se fue para ya no volver jamas.
La Librería circulante: Libros Ereso, se desarrolló mas tarde,pues como un intento de hacer llegar la cultura de los mallorquines a traves de la lectura, incluidos libros prohibidos por el franquismo, que se prestaban de mano en mano, para volver más tarde al fondo de Biblioteca de la misma. Parte de ella, los libros más antiguos, fueron a parar a nuestra casa en la calle de Sant Feliu, en donde pude “ilustrarme” en Voltaire, Rousseau,Descartes, Locke, Hume,Marx y tantos otros cuasi-prohibidos por el régimen de aquella España. Tenía 14 años y la avidez por el conocimiento me hizo liberal en un ambiente nacional-católico.
Cierto es que más tarde mi padre, que también reeditó el mapa de Mallorca del Cardenal Despuig con las planchas originales (hasta que se desgastaron) de 1785, con la ayuda del editor Luis Ripoll (bien conocido por su iconografía sobre Mallorca).Este grabado,enorme estaba formado por cuatro planchas que hoy campean en muchas casas mallorquinas,incluido el recibidor de mi casa de Madrid.
A final, la verdad es que como a mi padre se le daban mal los negocios, vendió la librería a Tomeu Payeras, Profesor de Instituto, y a mi tío, Bernardo Rabassa Oliver, que fueron sus propietarios durante muchos años, en los que, con un descuento interesante, ya en Madrid, con más de mil qinientos libros, conseguí tener la probablemente mejor biblioteca sobre las Islas de la capital del Reino.
Honra, pues, a los próceres, Gabriel Rabassa Oliver, Francisco de Borja Moll, Tomeu Payeras y Bernardo Rabassa Oliver, que fueron capaces de “culturizar” a través del libro.
“Requiescat in pacem”, Libros Ereso, o Ibiza, y gracias por lo que hicisteis vosotros, nuestros mayores, en una época en que la “censura” no nos dejaba aspirar el aire limpio de la “LIBERTAD”.
Censura, libertad y lenguas silenciadas: el legado del franquismo en la literatura y en el Congreso. Durante la dictadura franquista (1939-1975), la censura fue una herramienta fundamental del régimen para moldear el pensamiento colectivo, controlar la cultura y reforzar una identidad nacional homogénea centrada en el nacionalcatolicismo y el centralismo castellano. En este contexto, la literatura sufrió una represión sistemática, y las lenguas que hoy son cooficiales —el catalán, el gallego y el euskera— fueron marginadas, perseguidas y reducidas al ámbito doméstico o folclórico. La sombra de esta represión sigue proyectándose en el presente, especialmente en los debates políticos en torno al uso del catalán y otras lenguas en instituciones del Estado como el Congreso de los Diputados.
La mordaza franquista sobre la literatura. El aparato censor del franquismo era minucioso y omnipresente. Toda obra literaria pasaba por una revisión previa a su publicación. No solo se eliminaban contenidos considerados subversivos, inmorales o contrarios a la doctrina oficial, sino que se obligaba a los autores a reescribir pasajes o, directamente, a ver sus libros prohibidos. Autores como Camilo José Cela, Juan Goytisolo o Carmen Laforet, aunque lograron publicar, tuvieron que enfrentarse a los límites impuestos por la censura. Otros optaron por el exilio o el silencio.
Además de coartar la libertad de expresión, el régimen aplicó una política lingüística represiva. El castellano fue impuesto como lengua única de la administración, la educación y los medios de comunicación. Las obras escritas en catalán, gallego o euskera eran casi imposibles de publicar legalmente, y muchas circularon de forma clandestina o fueron impresas en el extranjero. Esta represión cultural no solo buscaba suprimir la diversidad lingüística, sino también borrar identidades históricas que contradecían la narrativa de una España "una, grande y libre".
El catalán en el Congreso: ¿restitución o confrontación?- Tras la transición democrática, las lenguas cooficiales fueron reconocidas en las constituciones autonómicas y protegidas por la Constitución Española de 1978. Sin embargo, su estatus en las instituciones centrales del Estado sigue siendo un terreno de disputa. La reciente decisión de permitir el uso del catalán, el gallego y el euskera en el Congreso de los Diputados ha reabierto un viejo debate: ¿es esta medida un acto de justicia lingüística o una fuente de división innecesaria?
Para algunos sectores, sobre todo desde una visión centralista, permitir estas lenguas en el Congreso representa una concesión política y un obstáculo para la unidad. Se argumenta que el castellano, lengua común y oficial del Estado, debería ser suficiente para garantizar la comunicación y el entendimiento entre diputados. Esta postura ignora que la diversidad lingüística es también diversidad cultural y democrática, y que su visibilización en el ámbito estatal no es una amenaza, sino una forma de inclusión y reparación.
El legado de la represión, aún presente. Negar el uso de lenguas cooficiales en las instituciones nacionales es, en el fondo, prolongar el espíritu uniformador del franquismo. No se trata simplemente de una cuestión práctica o simbólica, sino de reconocer el daño causado por décadas de represión y de avanzar hacia un modelo más plural. La lengua es un vehículo de pensamiento, identidad y memoria. Silenciarla es silenciar una parte esencial de lo que somos.
Así que, la censura literaria y lingüística del franquismo dejó heridas profundas que aún hoy no han sanado del todo. Mientras se mantengan resistencias a la plena normalización de las lenguas cooficiales en el espacio público y político, no podremos hablar de una democracia plenamente reconciliada con su pasado. Permitir que el catalán, el gallego y el euskera se escuchen en el Congreso no es una extravagancia ni una concesión: es un acto de justicia histórica y un paso necesario hacia una España verdaderamente plural.