viernes, abril 26, 2024
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Alex Saab: una medallita más en el pecho orgulloso del régimen

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Miguel Henrique Otero
Miguel Henrique Otero
Periodista, Presidente y Director del periódico venezolano El Nacional.

El 20 de junio de 2020, una buena noticia recorrió el mundo: Alex Saab fue detenido en la República de Cabo Verde, cuando su avión aterrizó en territorio de ese país, para repostar combustible, antes de continuar su viaje: había partido de la República Islámica de Irán y se dirigía de regreso a Caracas. Recordemos que Cabo Verde es un archipiélago en el océano Atlántico, a más de 700 kilómetros de la costa de Senegal, en el que viven casi 600.000 habitantes. Las autoridades actuaron a consecuencia de una alerta roja que la Organización Internacional de Policía Criminal -Interpol- había emitido en julio de 2019. Saab era buscado, como tanto se repitió en ese momento, por los cuerpos policiales y las autoridades judiciales de Estados Unidos.

Recordemos, además, que junto con Álvaro Pulido Vargas, también empresario colombiano, Saab estaba acusado de lavado de dinero y soborno a funcionarios. Las investigaciones realizadas por el periodista Roberto Deniz, miembro del equipo del portal informativo Armando.info, fueron mostrando a la opinión pública, a lo largo del tiempo, que los negocios de Saab con el régimen eran diversos: construcción de viviendas, actividades petroleras y, en un ámbito particularmente sensible, la importación de alimentos para las cajas que distribuyen los llamados CLAP. En sus operaciones, la sociedad Saab & Pulido habría “transferido aproximadamente 350 millones de dólares fuera de Venezuela”, a cuentas en otros países, cuyos beneficiarios fueron funcionarios, parte de la gran maquinaria de corrupción que es el chavismo-madurismo.

Del enorme poder de Alex Saab -poder que se fundamentaría en el supuesto de que es un testaferro de Nicolás Maduro y de su familia- hablan de manera inequívoca las diligencias del régimen para protegerlo, no solo en lo relativo a la contratación de equipos de abogados. También le inventaron un cargo diplomático. A continuación exigieron que fuese parte de la delegación oficialista en las negociaciones con la oposición. Organizaron marchas en las calles para pedir la liberación de Saab, como si fuese un preso político víctima del imperialismo, y no un delincuente que había pagado sobornos y había liderado unas redes de corrupción, que incluyeron a siete diputados de la supuesta oposición, episodio que no debemos olvidar y que fue encabezado por Luis Parra. Y hay más. En esta relación no puede omitirse que en 2018, además de bloquear al portal Armando.info, se arremetió judicialmente en contra de sus miembros, que fueron forzados a abandonar el país, ante la inminente amenaza de que serían detenidos.

Como se sabe, la presión ejercida por el gobierno de Maduro finalmente resultó exitosa: producto de las negociaciones con Estados Unidos, el delincuente Saab fue indultado por el gobierno de Joe Biden, con lo que evitó ir al juicio en el que, según las declaraciones de juristas estadounidenses, no tenía oportunidad ninguna de salir bien librado, toda vez que las pruebas en su contra eran categóricas e inequívocas.

De vuelta a Venezuela, recibido como un héroe por la familia presidencial (un héroe, en el fondo, semejante a los narcosobrinos, dos delincuentes que fueron liberados gracias a la diplomacia del régimen, o semejante al Pollo Carvajal, que también fue recibido como un héroe cuando fue liberado por las autoridades de Aruba en 2014 -¿recuerdan al vociferante Cabello gritando que Carvajal era un patriota?-), a Saab lo han designado presidente del Centro Internacional de Inversiones Productivas de Venezuela, que es un organismo creado en 2020, como una entidad destinada a buscar y diseñar mecanismos para evadir las sanciones económicas de Estados Unidos y Europa, en contra de los negocios del régimen delincuente.

Ahora, acogido en el regazo de la familia presidencial, presentado por el mismo Nicolás Maduro como una especie de eficaz y sacrificado agente salvador -agente que alguna vez garantizó que las importaciones de alimentos en mal estado fluyeran hacia el país-, Saab hará posible, tal es la desbordada promesa, que centenares de inversionistas vengan a Venezuela a realizar negocios de distinto carácter. Esto quiere decir que, de acuerdo con lo dicho por Maduro, Saab será factor determinante de la anunciada y fracasada, una y otra vez, reactivación económica de Venezuela.

¿Cuál es la probabilidad de que las diligencias de Saab, con empresarios que atiendan a unos básicos preceptos legales, se interesen por invertir en Venezuela, bajo el aliento de un señor acusado de lavar activos y corromper funcionarios, políticos y empresarios? ¿Qué clase de empresarios se pondrán en las manos de Saab para realizar inversiones y montar empresas en Venezuela? ¿Quiénes, pregunto, que no sean los viejos amigos de Saab, los estafadores de varios países que enviaron a Venezuela alimentos de mala calidad, a punto de caducar, cuando no portadores de insectos y alimañas?

Quiero decir que el nombramiento de Alex Saab era previsible. En ese o en otro cargo. Como es previsible que muy pronto se le vea reunido con Fedecámaras y otros gremios, o como es previsible que lo incluyan en las listas a un cargo legislativo apenas haya una oportunidad, como es previsible que aparezca como orador en cualquier mitin.

He mencionado aquí a los narcosobrinos, a Carvajal y podría añadir a tantísimos más, como Tareck el Aissami. Saab viene a sumarse a una cada vez más larga lista de expedientes, de evidencias que ratifican el profundo carácter delincuencial del régimen. No se trata, como ocurre en cualquier país, de que haya delincuentes en algunos cargos, que lograron colarse y ocupar posiciones en las que lucrarse. Hablo de una realidad más profunda y estructural: un poder cuya naturaleza es la violación de la ley y del interés público, que existe para enriquecerse y garantizar la impunidad de sus operadores, y en el que sujetos como Saab no son excepcionales, sino uno entre muchos, una medallita más de un largo historial de delitos e impunidad, que hincha de orgullo el pecho del régimen.

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