domingo, octubre 13, 2024
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Los valores constitucionales y la concordia, las prioridades de Felipe VI

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Agustín Vinagre Alcázar
Agustín Vinagre Alcázar
Agustín Vinagre Alcázar Diputado Grupo Parlamentario Socialista en la Asamblea de Madrid. Presidente de la Comisión de Presupuestos y Hacienda

Un año más, el 24 de diciembre, Su Majestad el Rey Felipe VI volvió a dirigirse a los españoles en su tradicional discurso de Nochebuena, el décimo desde que fuera proclamado Rey. De nuevo, el monarca volvió a hacer un balance de la situación política, económica, social y cultural de nuestro país. A diferencia de otras ocasiones, el discurso de este año se centró en la situación de España, relegando otras cuestiones sin duda de actualidad del convulso contexto internacional. En esta ocasión, en doce minutos, el monarca hizo una cerrada defensa de la Constitución, así como una llamada a la unidad y a la concordia entre todos, manteniendo la confianza en nuestro país, en sus posibilidades y en su futuro.

En esa decidida defensa de la Constitución, Felipe VI trató de resaltar su importancia en nuestro día a día, acercándola a la realidad cotidiana. Frente a algunas críticas al discurso que he leído estos días, calificándolo de decepcionante, alejado de la realidad del país, con poca sensibilidad social, sólo cabe una recomendación: escuchar con atención los doce minutos que dura el mensaje del Rey. Si lo hacemos encontraremos referencias a las dificultades económicas y sociales que preocupan a muchos españoles. El empleo, la sanidad, la violencia contra las mujeres, el precio de los servicios básicos o el acceso a la vivienda son algunos ejemplos. El monarca vinculó con claridad todas estas cuestiones con la Constitución, recordándonos los derechos que ampara, garantiza y protege, revindicando la Carta Magna como instrumento y garantía para que la vida de los españoles pueda discurrir con confianza, viendo cómo se ven satisfechas las expectativas, ambiciones y necesidades de cada uno de nosotros, y subrayando que la estabilidad del sistema actual está directamente conectada con el respeto a la pluralidad, a la diversidad y a la consolidación de derechos sociales como la sanidad, la educación o la vivienda. 

Desde la reivindicación de la dimensión social de la Carta Magna, Felipe VI reclamó que se conserve su significado, su identidad, su razón de ser como pacto colectivo de todos y entre todos para un propósito compartido. En un momento de enorme tensión política con la configuración de bloques ideológicos y el intento de algunos de deslegitimar al contrario, el Rey fue muy claro en denunciar los peligros de la polarización extrema y en indicar el camino que tenemos que continuar recorriendo, el de la convivencia fruto de una visión compartida de España que reconoce el derecho de todos a sentirse y a ser respetados en su propia personalidad, con sus lenguas, tradiciones e instituciones. En estos tiempos donde los valores están más presentes que nunca, pero en disputa, donde todo se convierte en objeto de lucha política e identitaria, las palabras de Felipe VI deberían servir para la reflexión, especialmente de aquellos que han convertido la confrontación y el cuestionamiento de los principios de la convivencia en su manera de hacer política, una política de tierra quemada. 

Defender vehementemente los propios principios no es malo, mejor defender convicciones que no tener ninguna. Las opiniones opuestas, de signo contrario e incompatibles entre ellas, forzosamente han de tensionar el debate, pero tienen que existir siempre líneas rojas que no pueden traspasarse. El debate político ha de ser tan firme en los planteamientos como sereno en la forma e inteligente en el fondo. De quienes se sitúan en los extremos nada se puede esperar, pero sí de quienes dicen ser alternativa de gobierno en las instituciones y que teóricamente no han renunciado a ejercer la política desde el reconocimiento de la complejidad de la realidad y el respeto por el oponente. En este sentido la reunión entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo no puede ser algo excepcional. El diálogo entre el presidente del Gobierno y el líder de la oposición es una obligación institucional indispensable para la buena salud de nuestra democracia.

Felipe VI también apeló a la necesidad del mutuo respeto de las instituciones en el ejercicio de sus propias competencias, contribuyendo a su fortalecimiento. Así mismo, nos recordó algo que muy a menudo olvidamos, el éxito que como país hemos cosechado en los últimos cuarenta y ocho años, avanzando y sobreponiéndonos a las adversidades, juntos, desde esa pluralidad y esa diversidad que nos hace más fuertes y garantiza la convivencia entre todos. Por último, lanzó un mensaje de optimismo y esperanza en el futuro, desde el reconocimiento del gran país que somos: una España unida, cohesionada, con voluntad de entendimiento y sólida en sus convicciones democráticas, donde poder desarrollar nuestras vidas de manera libre, desde el respeto, el reconocimiento y la aceptación mutuos.

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