jueves, abril 25, 2024
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Entre la espada y la pared

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Bien sabía Oscar Wilde que “solo hay una cosa en el mundo peor que estar en boca de los demás, y es no estar en boca de nadie”. Y, en este entendimiento, los líderes de los principales partidos políticos nacionales encaran el cálido verano con el decidido afán de ocupar las portadas de periódicos y televisiones, es decir, con la esperanza de estar en boca de todos.

Mariano Rajoy anuncia que desea formar gobierno entre Julio y Agosto aduciendo «La imperiosa necesidad de evitar que se vuelvan a repetir las elecciones», lo que solo es posible mediante un acuerdo con el Partido Socialista que permitiera, mediante su abstención, poner en marcha un gobierno del Partido Popular en minoría. Y ello, sin contar con esos diez votos secretos, posiblemente nacionalistas, que por sorpresa se han sumado al pacto Ciudadanos-PP.

Entre tanto, Ciudadanos, a través de su diputado y negociador José Manuel Villegas, ha tejido un acuerdo con el PP que supone tres asientos en la Mesa del Congreso de los Diputados para los conservadores, además de la presidencia para la ministra de Fomento, Ana Pastor, amiga íntima Rajoy. A cambio, la formación naranja se hace con dos puestos en el órgano de gobierno de la Cámara Baja, entre ellos la Vicepresidencia Primera de la Mesa, para el centrista Ignacio Prendes.

Por su parte, Pedro Sánchez ha rechazado el pacto de reciprocidad que le brindaba Unidos Podemos para apoyar, en segunda vuelta, al candidato más votado de cualquiera de ambas formaciones para presidir el Congreso. A falta de acuerdo, Patxi López ha sido el candidato del PSOE y Xavier Domènech el de Unidos Podemos, al menos en primera vuelta, ya que en segunda los de Pablo Iglesias han apoyado a López, sin éxito.

Pero estas negociaciones congresuales, no por ello banales, son solo el preludio de lo que verdaderamente nos ocupa, es decir, la conformación de una mayoría parlamentaria suficiente para poner en marcha un gobierno en España, ya sea en minoría parlamentaria.

Wilde decía que “la pluma es la lengua del ama” y, como creo en su obra como si fuera una especie Biblia pagana, soy consciente de que quizá en cada columna que escribo les transmito, además de mis apreciaciones y conjeturas, más o menos pensadas y racionales, mis deseos y, por qué no decirlo, mis miedos y mis prejuicios más profundos.

Frente a la racionalidad que, en mi opinión, impone la necesidad de llegar a un acuerdo para la gobernabilidad de España, me turba la posibilidad de unas terceras elecciones generales, tan indeseadas por todos, pero igualmente posibles en el horizonte. Personalmente pienso que unos nuevos comicios podrían ahondar, aún más, el desapego ciudadano y la mala imagen que acompaña a la política, tan necesaria sin embargo para la prosperidad y el bienestar de todos y cada uno de nosotros, sin excepciones.

En la crónica que publiqué hace unas semanas en este mismo medio, bajo el título “Después del 26J”, señalé que lo que tocaba era permitir un gobierno en minoría del PP, mediante la abstención de Ciudadanos -anunciada por Albert Rivera- y del PSOE, en segunda vuelta. Y ello, para ser coherentes con los resultados electorales, o sea, con el mensaje de los votantes.

«Unos nuevos comicios podrían ahondar, aún más, el desapego ciudadano y la mala imagen que acompaña a la política»

Confieso que los resultados no me han gustado, pero son los que son. Y como -según Cervantes- “al bien hacer jamás le falta premio”, espero que los líderes de las cuatro principales formaciones políticas actúen con inteligente bonhomía o, al menos, en espera del premio que, supuestamente, su buen hacer traerá siempre consigo, a la luz de la sabiduría cervantina. Para ello, deberán acertar en la interpretación del mensaje, del mandato recibido en forma de escaños y aritméticas. Los electores han hablado, pero es a los políticos a quienes corresponde, según el juego del sistema parlamentario en la democracia representativa, traducir el sentido de los resultados, lo que no siempre resulta sencillo.

El PSOE tiene ante sí, probablemente, uno de los retos más importantes de su alargada historia. En sus manos está que se pueda poner en marcha un gobierno o que nos veamos abocados a unas terceras elecciones; y no parece que ese último escenario fuera a ser muy propicio para los socialistas, a la vista del reciente pasado electoral. También está en su suerte la posibilidad de pactar con los nacionalistas-separatistas y con Unidos Podemos un gobierno de radicales, lo que beneficiaría y daría alas a un Pablo Iglesias enormemente desgastado tras el fiasco estrepitoso de su fagocitosis con Izquierda Unida.

Si el Partido Socialista no interpreta el desenlace de los comicios del 26J con precisión de cirugía quirúrgica puede llegar a sucumbir frente a las tácticas de los chicos de Podemos, en palabras de sus líderes ahora menos “sexi” pero, permítanme la expresión, igual de obsceno que siempre con los socialistas, a los que Iglesias no deja de retar, chulesca e impúdicamente, sin perder por ello –pienso que en este punto debería reflexionar Pedro Sánchez- su apoyo incondicional para el gobierno de “las confluencias” en las grandes capitales del país: Valencia, Barcelona y Madrid.

Indudablemente, el PSOE se encuentra hoy en una complicada encrucijada que puede determinar no solo el devenir de la política actual, sino el destino mismo del socialismo español. Ya lo cantaron Fito y Los Fitipaldis: “No sé muy bien a dónde voy/ Para encontrarme búscame/ En algún sitio entre la espada y la pared”

Ignacio Perelló

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