Europa se ha visto esta semana sacudida otra vez por el zarpazo del terrorismo. La salvaje matanza perpetrada en Bruselas por un comando yihadista ha sumido a nuestros países en el luto por las víctimas y el pesimismo ante lo que pueda venir.
A la larga el terrorismo será derrotado y los autores e instigadores de esta masacre –como los de tantas- pagarán sus salvajadas de una forma u otra. Con el pudridero de la cárcel o con sus propias vidas reventadas por las mentiras que los llevaron a vestir el cinturón de explosivos en nombre de paraísos inventados por clérigos paletos y atrasados. Ya lo están pagando con una existencia fracasada, inundada de odio, prejuicios e incapacidad para soportarse a sí mismos.
Son momentos duros. Ahora toca enterrar a los muertos del aeropuerto de Zaventem y de la estación de metro de Maelbeek. Antes fueron los de París, Ankara, Londres y Madrid. La lista de víctimas ya es demasiado larga y evidencia que todos los países deben estar preparados para combatir una amenaza que es real y que, en cuanto pueda, intentará amargarnos la vida.
La mayor fortaleza de los europeos está en la confianza en su modo de vida
Pero eso no significa que haya que vivir con miedo. La mayor fortaleza de los europeos está en la confianza en su modo de vida y en su desprecio por el régimen feudal que buscan imponer quienes desprecian los derechos humanos, la libertad religiosa y de conciencia y querrían ver a nuestras mujeres e hijas humilladas bajo trapos oscuros. De su idea de sociedad también huyen muchos musulmanes que creen en la paz y en el progreso humano y que no se resignan a la existencia triste y funeraria que preconizan los fundamentalistas.
Desde el día de los atentados he oído a algunas personas preguntarse si debían seguir adelante con sus planes de descanso y vacaciones o quedarse en casa a resguardo de los aeropuertos, estaciones y aglomeraciones de gente. ¿Es seguro viajar? ¿Habrá más atentados? ¿Me tocará a mí? Son preguntas que muchos se han formulado en alto estos días.
Precisamente ahora es fundamental que todos sigan adelante con sus vidas, sin dejar que el miedo prive a nadie de aquello que más le gusta hacer.
Si usted es un católico devoto de la Semana Santa, dé rienda suelta a su fe y disfrute de los cientos de procesiones, cada cual más espectacular, que se celebran por toda España. Y si la religión le importa un pito y lo suyo es el vino y el jamón serrano, hínchese a comer tapas en las terrazas. Aprovechen todos el buen tiempo y vayan a la playa o a donde les parezca, hagan deporte o simplemente salgan a la calle con la familia y los amigos. Demuestren que los crímenes de unos pocos ignorantes no les privarán de aquello por lo que merece la pena vivir.
Los gobiernos deben hacer más para combatir con éxito la amenaza yihadista
Y si en sus desplazamientos, al tomar el tren o subir al avión, se ven incomodados por molestos controles de seguridad, no se alteren y sean amables con quienes los llevan a cabo. Piensen que esas personas preferirían estar también de vacaciones y sin embargo están ahí, trabajando para que a usted no le pase nada en sus días de asueto.
Lo ocurrido en Bruselas evidencia que los gobiernos deben hacer más para combatir con éxito la amenaza yihadista. Pero la respuesta no está en el ensimismamiento ni en levantar muros. Tampoco en el repliegue vital o ideológico ni en la xenofobia. Está en mejorar la coordinación entre las policías europeas y, sobre todo, en potenciar la labor de los servicios de inteligencia, algo en lo que España –esto me consta- lleva cierta ventaja sobre otros países.
Por suerte en Europa las políticas públicas y el trato que los Estados dispensan a sus ciudadanos nacen predeterminados por los derechos de las personas y no por oscuros prejuicios. Aprovéchenlo. Disfruten con sus seres queridos del privilegio de vivir en sociedades abiertas y tolerantes. Y a quien le pique, que se rasque.
¿Quién dijo miedo? Feliz Semana Santa.
César Calvar