sábado, abril 20, 2024
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El estado de las cosas

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El Madrid de Benítez no se vacía. Es cauto y pisa con cuidado el terreno, como si esperara que se abriera la falla que casi todos los años se lleva por delante el proyecto. Cuando Modric está sano, es él quien lleva el ritmo del partido. Y Modric salta por entre la horajarasca. Un director peculiar, ni para adelante ni para atrás. Alma de mediocentro en un cuerpo de mediapunta. 

El partido contra el PSG fue el que dio la medida de este equipo. En una primera parte espléndida, el Madrid encontró la armonía entre el ataque y la defensa, síntoma de equipo hecho. Era un ritmo sincopado pero imposible de separar. Cuando defendía, el equipo estaba atacando por medio de la presión y de la anticipación de los centrales. Al atacar, los jugadores que no tienen la pelota se disponen en un espacio de nadie. Miran la jugada y piensan el repliegue. Eso disminuye riesgos y capa algunos ataques. Cristiano es el único con licencia para no mirar atrás. El resto, nadan y guardan la ropa.

La mentalidad del grupo comienza a ser de granito. Hay confianza pero no entusiasmo. Hace falta recuperar las piezas para que el fútbol de ataque fluya con mayor delicadeza y contundencia. Y también para que los jugadores se enamoren a ráfagas de lo que están haciendo. Hay mucho esteta sobre el campo, recordemos. Contra el Atleti, en la segunda parte, al Madrid le quitaron la sangre y sólo quedó el hueso. Intelectualizar rocas pesadas lleva tiempo, pero ahí operó un equipo todavía partido entre su instinto y las órdenes de arriba. Unos partidos después, la ley ya estaba interiorizada.

Los 20 primeros minutos contra el Celta fueron el límite de lo que hoy da este Madrid

Los 20 primeros minutos contra el Celta fueron el límite de lo que hoy da este Madrid. Cristiano moviéndose como un bimotor de corto alcance, más en lateral que en profundidad (le da igual, eso lo lleva dentro). El primer gol como ejemplo. La jugada llega limpia de atrás y Lucas y Jesé la meten en vaivén. Ronaldo va un paso por delante del balón, cruza el área en horizontal y lo estrella contra la red. El Madrid se adaptó al Celta (es un gran equipo, pero se adapta a los contrarios. Primacía de la reacción) y de un gesto, atoró su sala de máquinas, recuperando el balón y comenzando ataques con una ligereza sorprendente. Cada recuperación, una ocasión. Después del gol, los madridistas desaparecieron de las jugadas y se obsesionaron con el repliegue. El Celta funciona como un zahorí y huele los espacios vacíos. Comenzó a hurgar en el Madrid hasta el paso de Navas. No más. El portero es hoy el más decisivo del mundo. Hay que jugarse la vida para hacerlo dudar, y aun así, lo normal es que llegue.

El antimadridismo sigue hermoso y fluorescente como las hortensias que crecen en la mierda. Dos años enteros negando la decadencia de Casillas y llega Navas, se muestra como un portero para el Madrid, (siempre uno de los tres mejores del mundo en los puestos importantes), gana partidos, infunde ánimo y confianza en una defensa malherida el último año, y a la caterva periodística lo que se le ocurre decir es que la presunta solidez del Madrid, es Keylor. Por lo menos le han regalado un par de portadas, lo que induce a pensar que Cristiano cada vez tiene más cartón y menos piedra. El hueco descomunal que ha dejado Casillas en el corazón del madridismo es como el éter. Una superstición medieval. El estadio respira feliz sin tanta bobada y aplaude consentidor a un portero de verdad y no a un personaje salido de los cuentos infantiles. Si el Madrid metía muchos goles con Mou; era Cristiano. Si ahora su portería es inviolable; es Keylor. Todo contra la estructura, parece ser el lema de la prensa deportiva. Un subtexto inteligente, porque invita al lector a caer en el melodrama y a la vez, asistimos a la ceremonia de deslegitimación del Madrid. El Real es parecido a España, puesto que las ideas están mal vista, la estructura debe ser invisible para que los que trabajan por el bien común no la destrocen, y todo se concentra en la persona. El país de la gran humanidad. El equipo que carece de ella.

Benítez es torpe con el jugador y con la puesta en escena, pero  ahí radica su honestidad

Benítez es torpe con el jugador y con la puesta en escena, pero  ahí radica su honestidad. Su franqueza no tiene dobleces. Cree en lo que hace hasta el final. Sólo admite la componenda de Cristiano, emblema del club, con la duda de que sus mejores año ya pasaron. Como el Anguita de programa, programa, programa. Benítez predica estructura, estructura y solidaridad. El falso menotismo de la prensa española detesta eso en el Madrid. (lo adora en el Atleti). Como siempre, al Real sólo le queda ganar. Vieja ordenanza que se renueva cada año.

–THE PLAYERS–

GARETH BALE

Llegó algo sonado del último año de Ancelotti donde pareció un jugador menor. Necesitaba a la vez libertad y una atadura. Benítez le regaló el carril central y media docena de automatismos que le impedían caer en la banalidad. De repente era un mediapunta que divide al contrario y llega al área como si aterrizara en un portaaviones. A gran velocidad y con sólo un par de opciones de jugada (lejos de la ambigüedad del ataque del año pasado), Bale es tan dañino como el peor monstruo que pueda imaginarse. Luego llegó su lesión y una estúpida recaída. Quizás sea mejor así. Un jugador enorme y secreto a un tiempo, para que los rivales y la prensa lo minusvaloren.

SERGIO RAMOS

Le bastó llegar a tiempo contra el PSG para apuntalar una defensa con dudas. Tuvo un error de los suyos contra el Atleti que Keylor solucionó en el penal. Aullaron los de siempre contra él. Sigue en la estela del año pasado. Un monumento defensivo con una cantada cada dos partidos. Tan aparatosa que esa imagen tilila en los telediarios unos días. El segundo jugador más importante del equipo. El primero ya nadie sabe quién es.

VARANE

¿Quizás el defensa más limpio de la historia del fútbol? Todo a su alrededor parece barato y grosero. Pulcro y silencioso, fue el pastor del equipo contra el PSG. Su salida del balón, reflexiva y pausada, desesperanza al rival y tensa los nervios del madridista. Ha sido poco probado en los centros laterales, su punto débil. Es de la nueva gama de hombres sin sexo que detestan el roce con el contrario. En el centro lateral hay que meter codo, sacar nervio e inmovilizar el espacio alrededor. Le falta una piedra en el estómago, pero si la tuviera perdería parte de su flexibilidad.

DANILO

Marcó un gol precioso de lateral antiguo. Mucho campo, tiempo para definir, portero que se vence y balón al lado donde no hay nadie. En defensa fue un desastre contra el Celta y algo mejor contra el PSG, con el equipo más arropado. Pocos partidos tras la lesión. No es posible emitir juicio.

MARCELO

Comenzó poco afinado, defendiendo a la virulé, con sus saltitos infantiles y esas cosas que hace cuando lo mandan a la esquina a presionar. Atacaba bien para ser Marcelo, algo mejor que en el final del año pasado, obsesionado como estaba por el centro lateral infructuoso para alguna cabeza amiga que nunca llegaba. Atacar bien para ser Marcelo es ser un interior con conciencia de mediapunta y modales de extremo. Benítez ha sido condescendiente con él. Nunca ha dudado. Marcelo es su lateral y el musgo en la piedra. Ejecuta bien la presión que le pide el entrenador (los delanteros mariposean y son los medios y laterales quienes se llevan la bola). Vuelve como siempre a saltos, pero en ataque su juego ha alcanzado densidad máxima. Sea lo que diga el manual, Marcelo hace lo que le viene en gana y Benítez lo consiente. Hay que medirlo cuando se junten los cuatro animales en el espacio. Ningún sistema defensivo ha podido con él y este año no será una excepción.

ISCO

En provincias, Isco, Isco, es ya una respiración del hincha que quiere verse dando vueltas por el césped. Como quien se vota a sí mismo. Pero en el madridismo existe una herida con el malagueño. Siempre hay un pero a sus actuaciones. ¿Le llegará el eco de eso?. Si acierta con el último pase, se pone énfasis en su retórica. Cuando gobierna el centro del campo, se le ridiculiza por comparación con Modric. Si ata a sus compañeros, unos con otros, cabalgando la pelota como si fuera un triciclo; nadie se lo tendrá en cuenta. Cuestiones menores. Suéltala ya, hijo. Tiene la mala suerte de haberse cruzado con Luka y James, dos centrocampistas más suaves, más finos, con un sentido casi invisible del fútbol y que son rematadamente buenos. El trotecillo camp de Isco, adorado en el interior, sale perdedor contra ese manantial. Un poco Sancho Panza, se ha adaptado con éxito y sentido común a todos los cometidos de Benítez. Contra el PSG fue el primer partido en el que Modric (que salía de una lesión) no pudo hacer mejor lo que Isco había hecho. Juntar las grietas. Aunque pierde armas en el contraataque y la transición rápida, ningún jugador de la plantilla posa la pelota y la acarrea como él. Y luego todo lo demás, lo que siempre ha tenido y no hace falta decir.

KARIM BENZEMÁ

Es el de siempre en los principios de temporada. El magnífico, ya no el que agita la jugada y la pone en la antesala del gol, sino el que la construye desde la base y después, con un punto de frenesí que es nuevo, acaba su obra contra la portería. Rece el madridismo porque no se desconecte del gol, como  el año pasado en la segunda vuelta, y vuelva a su deconstrucción del espacio en la mediapunta que tanto le gusta. El mejor delantero de Europa junto a Luis Suárez. 

JESÉ

Con un cuidado extremo le ha ido volviendo la melodía al cuerpo. A pesar del físico mullido y su pinta chulesca, Jesé es un jugador con una psique extraña. No es un Morata que arrampla con todo y se vacía en cada instante. Jesé observa, se mide, desprecia los sitios atestados y fajarse con el central, rodea a veces el lugar donde debería hozar, vigila su organismo como si después de la lesión todo le hiriera. Hasta hace un par de semanas no habíamos vuelto a ver su asombrosa velocidad. Contra el PSG y contra el Celta se probó un par de veces, no más. Fue un pequeño estallido del que salió el canario corriendo en otra dimensión. Ya juega bien y a veces marca. Ha vuelto a su sitio preferido, la izquierda, encara y se va, pero sigue cavilando demasiado. Aún, todas las piezas, las mentales, no han vuelto a su sitio. Esa gente lo pasa mal en el fútbol.

LUCAS VÁQUEZ

Al contrario que Jesé, Lucas Váquez apenas tiene vida interior. Se vacía en cada encuentro y es feliz cobijado por el manto táctico de Benítez. Encara y se va o encara y no se va, esa es su única cuestión durante todo el partido. Defiende bien y con agresividad y le da la vida a su lateral. El tipo de jugador que le faltó al segundo año de Ancelotti. Un pequeño triunfo.

CHERYCHEV

Pinta de ruso carne de cañón. Roger Moore mató a cientos como él. Dicen que corre mucho pero en el Madrid ni eso. Último jugador de la plantilla y con Arbeloa (tieso y rígido, falto de un ritmo que no tendrá), el que menos le sirve a Benítez. No se esconde y eso es lo peor. Todo lo que pasa por sus botas, vuelve a la nada.

KROOS

Mal comienzo, telegrafiando sus movimientos, muy rígido y lento, se ha ido afinando hasta gobernar el centro del campo en el último mes. Siempre será igual con Tony. Alemán hasta las últimas consecuencias. No es rápido pero se anticipa como nadie y las mejores oportunidades vienen de robos suyos y el pase instantáneo posterior. Ya sabe cuáles son los pases que va a dar el próximo encuentro y a quién se los dará. Mezcla de maravilla con Modric (una máquina de agua parece ese centro del campo) y con más dificultad con Casemiro. Cuando está el brasileño juega de interior y suele aplanar al equipo. Quién es quién en ese centro del campo deberá dirimirlo el entrenador.

CASEMIRO

Futbolista que ha competido desde el primer día. Al principio era un mandado. Choque y rebote. Los gana todos. Ha ido subiendo en el escalafón hasta apartar a Kroos de mediocentro, lo cual no parece una buena idea. Buen pase largo cuando dispone de dos segundos. Y todos lo leen. No es el registro automatizado de Kroos. Cuando pierde la posición molesta en la salida del balón y añade confusión a los ataques. Jugador necesario en un plantel pero al que le falta algo de talento o quizás una maduración.

CRISTIANO RONALDO

Su combustión atómica ya sólo es un brasero que sólo le alumbra a él. La diagonal se volvió raquítica el año pasado y éste ha continuado mermando. Ahora es un pájaro que revolotea sobre el área y que afortunadamente se prueba cada vez menos de fuera. Sigue la opereta de las faltas, y nadie parece que le vaya a poner un vídeo con sus últimos 50 desastres. Mete goles amontonados, pero ya no siempre. O quizás es la falta de Messi al otro lado, con Ronaldo nunca se sabe. Sus pasos en el área siguen intactos, así como su relación con Karim, una de las grandes parejas de baile de la historia del Madrid. Parece que algo ha cambiado en su disposición en las contras. Está más arriba, oliéndose la jugada, o si parte de más atrás es para dar el pase final. Cuando cae, cuando choca, su armadura se resiente y tarda un rato en resituarse. Su vejez no será plácida, como la de nadie.

KEYLOR NAVAS

Con una cara inexpresiva, de ídolo esculpido en madera o de señor que pasaba por ahí, se ha convertido en el jugador más importante de la plantilla. Los grandes porteros cuando se engrasan, dan siempre el tipo de superhéroe. De Egea tiene unos brazos descomunales como Courtois. Iker confundía al enemigo con su tranquilidad en la muerte, a veces incluso le quitaba fotogramas a la jugada. Buyo estaba como una cabra y era de goma. Lo de Keylor sería un cuerpo en el que cada centímetro parece tener vida propia. Un material espumoso y la capacidad de reacción de un tertuliano. Sin duda fruto de un experimento fallido de los gringos en Centroamérica quién sabe para qué. Quizás buscaban a la niñera perfecta.

Ángel del Riego

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