viernes, abril 26, 2024
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Soberanismo acosado

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Un periódico de tirada nacional destaca la coincidencia básica de los dos partidos de la centralidad española, PP y PSOE, a la hora de reprobar la deriva segregacionista del president, Artur Mas, al que acusan de sumir a Cataluña en el enfrentamiento civil, el desgobierno y la inestabilidad.

Aunque pongan el énfasis en otros aspectos de la reprobación, no es muy distinta la postura de los dos partidos emergentes en los mismos espacios del arco representativo: Podemos (o plataformas que lo incluyen), por la izquierda, y Ciudadanos, por la derecha. Salvo en lo que se refiere al llamado derecho a decidir, no dicen cosas diferentes respecto al desafío soberanista a la legalidad y el sentido común.

Salvo en lo que se refiere al llamado derecho a decidir, no dicen cosas diferentes respecto al desafío soberanista a la legalidad y el sentido común.

Tanto Albert Rivera (Ciudadanos) como Ada Colau o Albano Dante (plataformas y Podemos, respectivamente) dejan claras sus prioridades: contra la injusticia social y la corrupción. No les motiva en absoluto la idea de desconectar a Cataluña del resto de España. Y en cuanto al líder de Podemos, ha sido más explícito. Recuerden la histeria nacionalista que inundó las redes sociales el día que Pablo M. Iglesias desembarcó en Barcelona. Espectáculo impagable. Lo más imaginativo consistió en acusar a Madrid de reinventar el lerrouxismo para frenar la aventura soberanista. En el diario nacionalista «Ara» leímos: «Podemos es un partido de la casta que coopera con PP y PSOE en nombre del imperialismo castellano-españolista». Toma castaña.

Según los sondeos, Podemos ha roto el tablero político catalán, que ya no es coto privado de caza del nacionalismo. La razón de pertenencia recula ante la razón de subsistencia. De eso se vale Iglesias para pinchar la burbuja. Por tanto, tal vez esa «lista única» de los caudillos nacionalistas debería corregir el ángulo de tiro y, en vez de disparar contra Moncloa, debería hacerlo contra esa izquierda alternativa, libre de obsesiones patrióticas, que va camino de conseguir lo que hasta ahora había sido incapaz de conseguir Mariano Rajoy.

Supone una singular aportación del partido de los indignados a la causa de la estabilidad política, tan invocada por el presidente del Gobierno. A ver si al final va a resultar que los presuntos heraldos de la inestabilidad (los llamados partidos emergentes, Ciudadanos y Podemos) va a ser los que acaben desactivando el mayor riesgo de inestabilidad que hoy por hoy nos amenaza: la fragmentación del territorio y de la soberanía nacional.

Tampoco Rajoy y Sánchez están de brazos cruzados. Por supuesto que no se desentienden del desafío, aunque solo sea en nombre del principio de legalidad. Bajo esa luz argumenta también Durán i Lleida, el líder de la Unió Democrática desgajada de la coalición con la CDC de Mas. Su candidato en las elecciones del 27-S ha dicho que una declaración unilateral de independencia traería consecuencias muy graves para Cataluña.

Antonio Casado

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