sábado, abril 20, 2024
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Demasiado cerca, demasiado grande

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Para cualquier ciudadano consciente la educación es tema de valor. Si es padre, madre o docente, seguramente además, de inquietud. Evacuo cuatro exclamaciones, por lo menos.

Una. Carecer de una idea de sociedad deseable y posible reduce la educación a mero instrumento de empoderamiento y supervivencia individual. Recurriendo a la advertencia de Skidelsky, “abandonar los objetivos intrínsecos (de una vida plena, de una ‘buena vida’) nos deja solamente dos opciones: estar delante o estar detrás. Si no hay lugar correcto, mejor estar delante”. Así la desigualdad se acepta y crece mientras el aturdimiento colectivo se vuelve cada vez menos soportable.

Dos. En otro orden, las competencias transferidas a las comunidades autónomas dispersan referentes y demandas en un momento en que la educación en general, y la  pública en particular, recibe golpes severos por todas partes. Pero ya antes habían dejado su futuro al albur de capacidades desiguales y, mucho antes, fragmentado el componente crítico que el sistema necesita para rehacerse y mejorarse a ser posible. ¿La telemática y la cibernética nos salvarán del localismo? No del todo, esto sí es seguro.

Tres. Capacidad económica en las familias y conciliación del trabajo con la vida privada; ratios bajas en los centros, apoyos y entornos suficientemente educativos. Sin esto, poco será posible. Mientras tanto, la familia no está para completar lo que la escuela debe proporcionar por sí misma; la escuela sola no puede echar a sus espaldas lo que ha de ser oficio familiar. Compensar no es reemplazar, confiar no es declinar. La escuela, la familia y más allá… Nada decisivo y todo determinante, ineludible.

Y cuatro. Digan lo que digan, el estatus aún más devaluado de las artes en la LOMCE (Ley Orgánica para la mejora de la calidad educativa), ahora optativas como el tercer idioma o la religión aunque menos garantizadas que esta última, no es una cuestión de prioridades y elecciones razonables. Más bien otro estertor de un paradigma educativo que, de la mano de la estandarización, se entrega a los dictados de una economía tan imperiosa como descaminada.

Cuatro exclamaciones, hay más, sobre algo tan cercano como inabarcable, solo para un post.

También, quien esté interesado en el asunto y busque en libros sobre la educación en España incluya en sus lecturas Heducación se escribe sin hache, de Ángel Santamaría, narración y repaso de temas y tareas. Para centrar algunas cosas y equivocarse lo justo.

José Luis Mora

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