jueves, abril 18, 2024
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Rajoy, sin cortinas de humo

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Existe una frase popular, según la cual Fulano «se fuma un puro» cuando le importa un bledo determinado asunto. Aparentemente, el presidente del Gobierno se fuma un puro ante cuestiones angustiosas o, simplemente, incómodas. Y, así, cuando se le preguntaba sobre las revelaciones de Bárcenas en torno a la financiación B en el Partido Popular, que preside, Mariano Rajoy como quien oye llover: fumándose un puro. Esto de la lluvia y los humos es tema recurrente para un político capaz de responder «está lloviendo mucho» cuando los odiados periodistas le preguntan por la doctrina Parot. Lo mismo que cuando llegan chaparrones y reprimendas desde Bruselas: como quien oye llover, se fuma un puro. Y es que, no solo figuradamente, Rajoy, además de indígena de zona pluvial, es un gran fumador de vegueros, como todo el mundo sabe. O, más exactamente, lo era.

Sí, porque viajeros a La Moncloa, como el periodista Alfredo Menéndez, de Radio Nacional, que lo entrevistó a comienzos de semana, certifican, y ha quedado registrado para las ondas, que Rajoy ha dejado de fumar. Y que, para mantener la forma y el tipo, tampoco se come los croissants que La Moncloa ofrece en el desayuno a los visitantes que llegan hasta aquellos parajes.

Rajoy sigue estando solo en el campo de batalla, en el que irrumpen, sin molestar (aún) demasiado, formaciones menores

Es de temer, dicen los críticos de siempre, que este cambio en tan malsano hábito sea uno de los pocos que el presidente pretende introducir en las costumbres gubernamentales en los próximos meses. Porque, por lo demás, se diría que ha celebrado los dos años de su victoria, aquel 20-n de 2011, encerrándose en su inmovilismo habitual: nada de cambios en el Gobierno -no, al menos, hasta febrero; y, si se puede, nunca–, nada de giros en las negociaciones recién comenzadas con la Generalitat de Cataluña, nada de autocríticas, nada de cambios en la Constitución.

Bueno, dicen que, al menos, va a conceder alguna entrevista más, especialmente a medios extranjeros, a los que La Moncloa cuida, como es ya habitual en todos los gobiernos que son y han sido, mucho más que a los asilvestrados periodistas nacionales. Vamos a ver hasta dónde llega esa pretendida ‘ofensiva de imagen’ de un presidente que no parece demasiado preocupado por las críticas ni por el descalabro en las encuestas: peor van, al fin y al cabo, los más inmediatos competidores, absortos, como está quedando patente en la ‘cumbre’ de Granada este fin de semana, de su reordenación interna e incapaces, por tanto, de pensar más allá de las posibilidades electorales de Susana Díaz. Así que ¿oposición? ¿Qué oposición?

De manera que Rajoy, que todo lo fía a la futura y no del todo segura recuperación económica, sigue estando solo en el campo de batalla, en el que irrumpen, sin molestar (aún) demasiado, formaciones menores. Y, aunque ya no fume -y hasta recomiende a los demás que dejen de hacerlo–, la verdad es que sigue fumándose un puro, y poniéndose de perfil, cuando asistimos a turbias maniobras subterráneas que tienen la presidencia de algunas grandes empresas como oscuro objeto del deseo de otros países. O cuando desde la UE llega la ‘noticia’ de que el Gobierno español prepara una nueva reforma laboral, sin que la titular de Empleo aparezca por el horizonte para precisar en qué consiste, o no, esa nueva ofensiva sobre el panorama del (des)empleo que aflige a los españoles. O cuando… Pues eso: que el galaico Rajoy sigue tan inalterable a los ruidos ambientales como un ‘lord’ inglés paseando un domingo por Bond Street.

En fin, que al presidente solamente se le anima el rostro, ahora que ha abandonado el vicio de tantos años, cuando recibe a los campeones motociclistas, en momentos en los que la Roja, tras su paso por la Guinea Ecuatorial de Obiang, parece estar algo en baja. Son esas las fotografías, con Marc Márquez, con Espargaró, con Viñales, que gustan al presidente, que ha pasado años ocultando a las cámaras su pasión por el humo de los habanos. Ya no tendrá que hacerlo, nada de cortinas de humo. ¿O sí, que diría el propio Rajoy?

Fernando Jáuregui

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