viernes, abril 19, 2024
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Tontos sofisticados

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Uno de mis consuegros ha pelado la parte posterior de los pantalones en casi todas las líneas aéreas del mundo, y habla inglés puede que bastante mejor que yo el español. Sin embargo, jamás, jamás, en nuestras conversaciones se le ha escapado un vocablo inglés. Y, sin un mal día, en lugar de hablar del patrocinio de una marca se refiriera a la «esponsorización», lo llevaría a urgencias, porque seguro que estaba sufriendo un ataque de algo maligno. Su hijo, que es mi yerno, estudió en Edimburgo y, lo mismo que su padre, nunca emplea vocablos ingleses para referirse a sustantivos o adjetivos que se puedan expresar en español.

Hace unos días escuchaba por una emisora de radio a un modista (insisto modista, porque decir modisto es tan cursi como hablar de ciclistos o de aeromodelistos) y refiriéndose al vestuario dijo que, ahora, lo más cool es llevar ropa vintage. Se refería a que la ropa de calidad, antigua, pero en buen uso, es chachi, dabuten o de puta madre. Cuando a Unamuno, dudando de la calidad intelectual de un tercero, expresaba su desconfianza sobre la inteligencia del sujeto, le arguyeron que hablaba inglés, refutó de manera contundente: «Entonces, es tonto en dos idiomas».

A Chencho Arias, que habla el inglés igual o mejor que mi consuegro, nunca se le escapan, no ya palabras inglesas, sino ni siquiera anglicismos, pero hay algunas empresas donde las reuniones han pasado a ser meetings y, desde luego, hace tiempo que el dinero en efectivo es cash.

A medida que el español lleva paso de superar al inglés en número de hablantes, en España, gracias a los tontos sofisticados, parece que está sucediendo todo lo contrario. Y va a peor. Gran parte de las nuevas generaciones puede expresarse con 2000 palabras. Si entre esas 2000 incluye unas cuantas inglesas, le sobran las más de 100.000 que registra el diccionario. Todo un ejemplo de derroche nada sofisticado, sino real

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Luis del Val

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