viernes, mayo 3, 2024
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Rajoy y Cospedal, en collera

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Durante estas pasadas y angustiadas semanas en el PP, Cospedal ha atraído y concentrado sobre sí todo el fuego enemigo, y también el «amigo», del caso Bárcenas. Con ello, sufriendo un notable desgaste, aumentado con el enjuague de la salida laboral del tesorero de Génova, ha logrado desviar en buena parte la granizada, Ana Mato aparte, sobre el Gobierno, y en especial sobre el presidente del Gobierno y del Partido. No puedo asegurar que ello estuviera hablado ni planificado pero no me sorprendería que de alguna forma si hubiera sido, entre los dos que pueden haberlo hecho, pactado.

Ayer en Madrid, Rajoy, el Gobierno, con Soraya Sáenz de Santamaría y media docena de ministros, presidentes del Congreso, del Senado, de comunidades autónomas, alcaldes, y el partido, todos los vicesecretarios, todos los que pintan algo sin faltar uno, se lo agradecieron y en un acto más de hechos presenciales que declarativos, ofrecieron la imagen del cierre de filas y un aliento, que en el caso de Mariano Rajoy fue explicitado sin impostaciones huecas, de manera radical y sin fisuras en lo político y en lo personal, utilizando los calificativos «excepcional y ejemplar» y para definirla, aunque puede que también entre tantos no faltara alguno que hubiera acudido por cálculo o hasta por obligado cumplimiento. Pero ayer al desayuno del Ritz, más de mil personas atestando todos los salones, no faltó ni Esperanza Aguirre.

Aquellos lodos se han convertido en un fangal endiablado, unas arenas movedizas que amenazaron con tragarse al partido entero

La secretaria general del PP y presidenta de Castilla-La Mancha bien pudo ayer afirmar que se sentía arropada. Y que antes también se había sentido «apoyada por quien tenía que sentirme apoyada. Muy apoyada». Aunque resultaba bien notorio que entre el antes y el ayer si que había diferencias y notorias.

Habló de Castilla-La Mancha y de su triunfo sobre la deuda y el déficit. Ahora la batalla que le queda, y donde se jugara el futuro, es el empleo y la recuperación económica, sin la cual lo otro no habría servido de nada. Hablo de España, que vale lo dicho. Y habló de la regeneración política que es lo que se exige y en lo que está en juego la credibilidad de la mismísima democracia. Habló de la corrupción y de la parte que les toca y cuando le mentaron como era lógico y necesario a la bicha dijo que el alivio eran los tribunales, que estuviera en manos del juez y que fuera la justicia quien llegara a la verdad y dictara la sentencia.

Quizás porque ella si puede hacerlo sin miedos y por lo que ha sido la más beligerante desde el primer momento. Partidaria de decisiones radicales entonces que hubieran evitados muchos sonrojos ahora, bien pudo contar con el conocimiento sobre el personaje de Arturo García Tizón, recuperado por ella en Castilla-la Mancha, que fue, cuando ejerció de secretario general con Hernández Mancha, quien lo echó sin contemplaciones del Génova 13, donde regresó luego con el tándem Aznar-Cascos. Algunos, con Arenas como «cuidador», convencieron a Rajoy, poco amigo de conflictos y tendente a confiar en la gente, «a veces se pasa de bueno», y se optó por formulas no quirúrgicas, de apaño y apaciguamiento. Se fiaron o tuvieron que fiarse por la cuenta que les traía. Ahora aquellos lodos, ya lo eran cuando estalló la Gürtel, se han convertido en un fangal endiablado, unas arenas movedizas que amenazaron con tragarse al partido entero y hasta engullir al propio Gobierno y que, paradojas de la vida políticas, es a Cospedal y al nuevo equipo a quienes convierte en paganos y máximos perjudicados. Es lo que tienen las letrinas cuando se sellan y no se limpian y desinfectan del todo.

Pero si algunos, más fuera que dentro, más por las redacciones que por las sedes, creyeron que esa concentración del fuego y de la granizada sobre Cospedal podía ser buen momento para movimientos de sillas es posible que se equivocaran de medio a medio. Que quien aguanta la tormenta, si la aguanta, a la intemperie es quien primero ve despejarse las nubes y a quien le da el sol antes que a nadie. Por ahora y ayer, Rajoy y Cospedal, reescenificaron, algo más que una alianza. En mi tierra se llama a eso una «collera». Mejor no ponerse a hacer la «liebre».

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Antonio Pérez Henares

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