lunes, mayo 6, 2024
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Cómo mola la CEOE

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Cómo mola Joan Rosell. Es un modelo para mí. Elegante, simpático, y listo. Sobre todo es listo. Por eso es el jefe de la CEOE, que ahí no llega cualquiera. Me gusta porque es pausado, serio, riguroso. Se nota que no está tiznado por el folclore zapateril ni por esa insípida blablería sindicaloide que perfora tímpanos y cajas de caudales. Él no, él está en la parte de la cuerda que tira por el bien común, no por la displicente subvención pública, qué va.

Rosell cree que la estadística es engañosa porque no hay seis millones de parados

Él cree en Smith y sabe que la oferta y la demanda y el natural sentido común son la única regulación que el mercado precisa para su buen funcionamiento. Como ocurre ahora, aunque no del todo. Porque Rosell, cómo mola Rosell, cree que la estadística es engañosa porque no hay seis millones de parados. Y que la reforma laboral es floja, porque no hay suficientes despidos. Y que los funcionarios son unos parásitos y unos vagos, y si al menos se quedaran en casa pues no gastarían en papel y posits, tras las ventanillas se supone.

Es que mola porque habla con sensatez y coherencia: si los cirujanos se quedaran en casa ahorraríamos en cuchillas de bisturís, que son más caras que las Gillette, y entonces los enfermos, cochinos enfermos, cascarían a la voz de mando ¡ar!, y ahorraríamos un pastón en gastos médicos, como dice el ministro de finanzas japonés, Taro Aso; que los japoneses son serios y sosegados, sensatos y productivos.

Rosell me gusta porque habla claro. Los empresarios de la CEOE son mi modelo. Me gusta, sobre todo, Díaz Ferrán, el pobre cumple, claro que cumple con moderación y con empeño, contribuyendo con su culo carcelario al sostenimiento del país, a su crecimiento y desarrollo, es un hombre que bien vale un lingote de oro, qué majo. Como hacía en la CEOE, y no como los puñeteros sindicatos, que son unos paniaguados y gorrones. Y además se oponen al paro, que ni siquiera ha llegado a los seis millones, que lo dice Rosell, y si lo dice Roseell, pues es lo que hay. Me mola la CEOE, caramba.

También me gusta Arturito, porque cree en los emprendedores y está contra las ayudas públicas. Él, que nunca ha pillado de lo público, menudo pedazo de empresario. ¡Un modelo! Mire, yo tengo mi negocio y me lo curro para conseguir beneficios y no quiero pagar cuotas sociales ni mariconadas de esas porque para que el libre mercado funcione hay que reducir el gasto público.

Yo de mayor quiero ser un CEOE alegre y divertido

Es como si lo oyera. ¿Pensará eso Arturito? Cómo me gustaría acordarme, pero es que se me ha ido el santo al cielo, y no me viene a la puntita de la lengua ninguna de las miles de empresas de este empresario molón que, ¡uy!, no percibe un solo euro público, que no recibe subvenciones, que no es una contrata pública, que no pilla de mis impuestos, no, para nada, ni mucho menos, qué va, faltaría.

Yo de mayor quiero ser un CEOE alegre y divertido. O un CEIM, que también mola. Como Rosell y Díaz Ferrán, como Fernández, el empresario que no depende de lo público, no el actor, que ese es luz estética, un faro revelador, cuando habla y llama feos a los manifestediosos esos, los que tanto se quejan mientras él escurre, presuntamente, quizá, al parecer, supuestamente, dicen, cuatrocientos mil euros a Hacienda, que para eso tiene un perfil, una planta, un saber estar, un nombre patronal a lo Díaz Ferrán, como Rosell, o su tocayo.

Cómo molan, les decía. ¿A que sí?

Rafa García-Rico – en Twitter @RafaGRico – Estrella Digital

Rafael García Rico

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