sábado, abril 20, 2024
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El debate político se aleja de la ciudadanía

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Se superponen los debates a una velocidad que no se corresponde con las verdaderas preocupaciones de los ciudadanos. Es verdad que es difícil determinar cual es la verdadera trascendencia de los asuntos públicos, pero no es menos cierto que ésta trascendencia pueda aparecer de acuerdo con lo que los políticos consideran actualidad, provocando un efecto contagio por el que todos acabamos creyendo que aquello de lo que nos hablan es lo que verdaderamente nos debe parecer importante.

Pero lo cierto es que la realidad, que es bien visible, tiende a caminar por derroteros diferentes de los que nos quieren marcar en las llamadas «agendas políticas». ¿Es verdaderamente importante para los españoles el debate que se está produciendo en Cataluña con respecto al pacto fiscal? ¿Son necesarias unas elecciones convocadas de urgencia en una comunidad autónoma cuando en Bruselas aún se está determinando el alcance y el carácter del temido rescate? ¿Es de sentido común que media España autonómica esté discutiendo el destino de sus gobiernos cuando el paro aún supera los cinco millones de trabajadores desempleados? ¿Es razonable pensar que el debate del estado federal es la respuesta alternativa que la oposición debe dar a la política económica del Gobierno?

Todo se lía y se entremezcla, pero siempre en dirección opuesta a la urgencia de las necesidades vitales de los españoles. España se entretiene sobre como debe organizar su funcionamiento, mientras los españoles se angustian preocupados por el destino de sus empleos, el panorama de los servicios públicos o el fin de determinados derechos sociales. No hay una lógica entre la incertidumbre de nuestro futuro y el tratamiento político de la realidad: se abren caminos dispares; se avanza por senderos paralelos, y las personas se preguntan si cuando se reúnen los políticos el eje de sus debates gira en torno a la angustiosa realidad de la crisis y de sus efectos.

Ayer, miles de ciudadanos se manifestaron en las puertas de la sede de la soberanía nacional. Seguramente una salida de tono. Pero la pregunta no es si hacían bien o no, la pregunta es qué pasa cuando la legitimidad institucional se pone en entredicho, no por los agitadores callejeros, sino por miles de ciudadanos que desde sus hogares asisten con perplejidad a la disfunción entre la España oficial y la España que comienza a callejear.

Lo importante no son las manifestaciones – con toda la relevancia que tengan-, lo verdaderamente importante es que toda la sociedad española debería comunicarse con el mismo lenguaje, y el código debería de ser el de la autentica realidad que hay que abordar con inteligencia y precisión. Y mucho nos tememos que este panorama de debates ficticios sobre autodeterminaciones, pactos fiscales, encajes federales y todo lo que los acompaña, no tiene nada que ver con el pesar de quién sufre los efectos reales y terribles de una crisis económica que ha pasado a segundo plano, una vez más, porque de lo que se habla es del funcionamiento del Estado.

Editorial Estrella

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