viernes, abril 19, 2024
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Tienen que dar la cara

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Ya sabemos el calado del agujero de la banca española: 62.000 millones de euros. Lo llamativo del caso es que las dos auditoras extranjeras a las que el Gobierno encargó el chequeo han llegado a establecer semejante cifra ¡con los datos que les había suministrado el Banco de España! Es decir, que el gobernador saliente (Fernández Ordóñez) y, por extensión, los ministros De Guindos (Economía) y Montoro (Hacienda) conocían la situación de extrema vulnerabilidad en la que se encuentran todas las cajas de ahorro con la excepción de la Caixa. Tampoco algunos bancos (Sabadell) se escapan de la quema.

Sabidos los datos publicados, la verdad es que cuesta entender cómo pudo autorizarse en su día la fusión de Caja Madrid (Rodrigo Rato) con las cajas valencianas (Olivas) a sabiendas de que era tanto como provocar la reacción en cadena que ha llevado a la entidad resultante (Bankia) a un paso del precipicio. Ni la fusión, ni la posterior salida a Bolsa, debió ser autorizada por la CNMV. En alguna medida, al ocultar a los inversores el estado real de las cuentas, se engañó a los accionistas. También a los clientes de Bankia les asiste el derecho a conocer la verdad. Es ahora, conocida la realidad y el tamaño del agujero cuando los responsables de las cajas deberían responder de su gestión ante la correspondiente comisión de Parlamento. Ante el Parlamento y, llegado el caso, también ante los tribunales.

No es de recibo que hayan desaparecido del escenario sin dar explicaciones; sin pedir disculpas y sin comprometerse a devolver las copiosas indemnizaciones con las que más de uno se aseguró la jubilación. Puesto que el dinero, como la energía, no se destruye, simplemente cambia de manos, los ciudadanos tenemos derecho a saber dónde fue invertido, qué recorrido tuvo, quiénes participaron y obtuvieron beneficios de las operaciones inmobiliarias y, en última instancia, a qué manos fue a parar. No basta con anunciar códigos de buenas prácticas, hay que cumplirlos. Los responsables de haber conducido a las cajas la borde del precipicio tienen que dar la cara. No se pueden ir de rositas.

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Fermín Bocos

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