martes, abril 23, 2024
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M. Preciado, el jornalero del fútbol español

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Esta mañana nada más despertarme, escuché  la noticia de la muerte de Manuel Preciado. Acto seguido sentí un estremecimiento que me sacudió todo el cuerpo. No era posible que la vida hubiese sido tan cruel con un hombre tan bueno y tan llano como Preciado, al que le han golpeado hasta tres veces y de forma muy dura.

En el 2002, el técnico cántabro (nació en Astillero en 1957) que no asturiano, aunque pueda parecer lo contrario, recibió el primer gran revés que le dio la vida: perdió a su mujer por culpa de un cáncer. Con 45 años se quedaba viudo y con dos hijos. Pero peor aún fue lo que le sucedió dos años después. Su hijo menor perdía la vida a los quince años en un accidente de tráfico, su moto chocó contra un muro y se lo llevó por delante.

La vida le golpeó dos veces  sin piedad y con tremenda dureza, donde más le dolía: en su compañera y mujer;  y en lo que más se quiere,  un hijo. Lejos de deprimirse y hundirse en la miseria de la tristeza, dio un paso hacia delante y se rebeló contra el destino, mirando de frente a la vida. “Podría  haberme hecho vulnerable y acabar pegándome un tiro, o podría mirar al cielo y seguir creciendo”.  Estas fueron las palabras que Manuel Preciado  pronunció  en abril del año pasado después del fallecimiento de su padre (otra desgracia más) que encontró la muerte atropellado por un vehiculo al que intentó empujar cuando se había quedado sin batería en una rampa. La muerte de su padre, volvió a sumergir a Preciado en la desolación, pero lejos de  pegase un tiro, como había dicho, eligió la opción de mirar al cielo y seguir desafiando a la suerte de la vida que le ha sido esquiva y que le ha tratado con una injusticia brutal.

El fútbol y su pasión por este deporte fue lo que le salvó de caer en una profunda depresión. Esa pasión por el fútbol era la característica principal que definía a Preciado, todo raza y corazón que defendía lo suyo hasta las últimas consecuencias. Su sinceridad siempre iba por delante. Se alejaba de los discursos cursis y de todo tipo de formalismo. Iba al grano sin importarle el protocolo y demás tonterías.
  
Ha quedado para el recuerdo su famoso enfrentamiento con Mourinho al que tildó de “canalla y mal compañero” allá por el mes de noviembre del 2010 cuando el técnico del Real Madrid  insinuó que el Sporting, su  Sporting de Gijón,  había perdido el partido antes de salir a jugar contra el Barcelona, en el Camp Nou.

Ante esas desafortunadas declaraciones de otro entrenador sincero y sin pelos en la lengua, Preciado fiel a sí mismo, no reprimió sus sentimientos y atacó sin piedad a Mourinho. Luego, cuando falleció su padre, el técnico portugués se puso a su disposición y le pidió disculpas además de darle el pésame. Preciado, hombre bueno donde los haya y  con la misma sinceridad de siempre, manifestó estar muy agradecido por el comportamiento de Mourinho y por el enorme afecto que le había mostrado. “Es un number one”, dijo.

Mourinho, tras conocer la noticia y dentro de la pena que le embarga porque se habían hecho grandes amigos ha declarado que se va “alguien muy especial”.
  
Personalmente, apenas lo conocí, sólo lo recuerdo en una ocasión que le di la mano cuando entrenaba al Racing de Santander, en una de sus visitas al Bernabéu.  Hablé unos minutos con él, pero fue suficiente para corroborar que era de esos hombres buenos y llanos que se hacen querer. Qua va con la verdad por delante sin importarles lo demás. Un hombre de cuerpo entero. Era el típico personaje  de pueblo que se deja querer por todos por ser amigo de sus amigos y defender hasta donde hiciese falta todo lo suyo y todo lo que representa.

Los jugadores a los que ha entrenado a lo largo de su vida le adoraban. Allá por donde ha pasado, Levante (consiguió un ascenso) Racing y sobre todo Sporting de Gijón, ha dejado huella por la enorme alegría que llevó a sus vestuarios. A su querido Sporting lo  devolvió a primera división y de él se fue hace bien poco entre lágrimas, pero sin ningún reproche… es más, tuvo que consolar  al presidente del Sporting, Manuel Vega Arango, el día de su despedida
   
Así de grande era Manuel Preciado, Manolín para los amigos, que superó los duros golpes que le dio la vida con el fútbol como horizonte y con la  sinceridad y amistad como bandera.
  
Ante los duros golpes que recibió  se había levantado y miraba a la vida de frente  con su nueva mujer y su hijo, cuando definitivamente el cruel destino le ha jugado una mala pasada. Se lo ha llevado cuando estaba ilusionado con ejercer su magisterio como entrenador en  el Villarreal que había apostado por él para que lo devolviese a la primera división.
  
No va a poder ser, el paisano Manolín se ha ido a reunir con los  seres queridos que no han podido soportar su ausencia. Y es que Preciado, era querido  no sólo por sus amigos sino por sus rivales, y hasta enemigos. Para que le quisieran tanto en Gijón como en Oviedo hay que ser buena persona. Pues ese era, Manuel  Preciado, un hombre bueno, llano, sincero y todo corazón. Descanse en paz el “paisano Manolín, el jornalero del fútbol español. Te echaremos mucho de menos.

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Alfonso Celemín

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