miércoles, abril 24, 2024
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Españoles acomplejados

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Continuamente llegan a Masby voces de protesta sobre la imposición irracional de las lenguas tribales que coartan la libertad para poder estudiar en español  en España, e incluso y no menos importante, el poder trabajar de funcionario en cualquier comunidad autónoma si no dominas el dialecto local.

Cuando esas protestas llegan de ciudadanos o grupos pequeños, vienen cargadas de sinceridad acompañada de indefensión por tener que luchar contra la maquinaria del “Sistema” que se niega a ceder ni un ápice todo lo arrebatado a España en las últimas décadas. Claro, aflojar la imposición lingüística sería ceder las cómodas poltronas autonomistas y renunciar a suculentos sueldos de los payasos, que lo único que hacen es dirigir el floklore regional.

El problema es cuando esas protestas llegan de grupos, más o menos organizados, que intentan reivindicar los derechos de los ciudadanos para poder estudiar, hablar y pensar en español. Lamentablemente todos estos grupos, -quizás se salve alguno- protestan con las reglas de juego del enemigo. Esto lo puedes comprobar en cualquier correo reivindicativo de los que envían, que aparte del mensaje en español, te lo traducen al Galufo, Vascoño o Catalufo por eso de la tolerancia y para no molestar a los intolerantes. Es más, incluso las demandas en sus propias web’s  están escritas en español y sus respectivos dialectos tribales.

Permíteme que no ponga nombres propios pues no trato de atacar a nadie, sino de denunciar los complejos de cualquier grupo que emerge en España por defender los pilares de la nación. El idioma es el sostén principal en cualquier país y absolutamente nadie en todo el mundo sentiría vergüenza  o complejos por defender el idioma de su nación.   

La vergüenza, con buena dosis de indignación, invadió mi cuerpo cuando entré en una de estas web reivindicativas del español al observar que se podía acceder al contenido seleccionando varias de las lenguas artificiales de este país. Pero lo más aberrante es que, aparte del gallego y del vasco, disponían de traducción al Valenciano, Balear y Catalán por separado. A eso le llamo yo “rizar el rizo de la imbecilidad”. Y pregunto yo, ¿por qué no han traducido la web a las tres variantes de gallego?… ¿o a las 113 variantes del Vascoño?, por ejemplo. Puestos a ser imbéciles, hagámoslo bien. El problema de la imbecilidad es que se sabe donde empieza pero no donde termina.

La sabiduría popular dice que en el momento que te sientas a negociar un problema con tu adversario político, ya has cedido parte de tus demandas. Por eso defiendo que en España no hay que negociar, hay que poner punto final a la imbecilidad. Tolerancia cero con la imposición lingüística. Por supuesto, el que quiera estudiar en uno de esos dialectos flokloricos que lo haga, pero el que quiera estudiar en español que pueda hacerlo en cualquier rincón mientras este país se siga llamando España.

Por si acaso este artículo cae en manos de algún imbécil que se escandaliza por llamar lenguas muertas a todos los dialectos de España, diré una vez más que una lengua viva es aquella que el pueblo la enriquece generando nuevas palabras y al cabo de unos años, la Real Academia de la lengua las incorpora al idioma. De todas las lenguas tribales que hay en España, ni siquiera el Catalán, es capaz de generar nuevas palabras teniendo que ser sus academias folkloricas las que las inventen para poder seguir utilizando, perdón, imponiendo esas seudo-lenguas.

Si estos grupos que defienden el español ponen traductores en su web, ¿como pueden legitimar sus quejas al pedir que se eliminen los traductores en el Senado? ¿Es que nos hemos vuelto gilipollas?

Como he dicho muchas veces, el problema de España no son los políticos, son los propios ciudadanos. Os llamaría idiotas pero dudo que sepáis lo que significa.

Hablar o estudiar español no es ningún privilegio, es simplemente  un derecho. Ser imbécil es una opción.

Así lo pienso y así lo digo.

Estrella Digital respeta y promueve la libertad de prensa y de expresión. Las opiniones de los columnistas son libres y propias y no tienen que ser necesariamente compartidas por la línea editorial del periódico.

Juan Vicente Santacreu

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