sábado, abril 20, 2024
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La policía se equivoca de “enemigo”. Otra vez

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Cuando el pasado mes de agosto una cuadrilla de policías mal encarados aporreó con saña e impunemente a jóvenes simpatizantes del 15M y a periodistas, escribí un artículo titulado “Policías (Golfos) Apandadores. Su contenido, como puede apreciar el lector, es una defensa al Cuerpo Nacional de Policía como institución y una dura crítica al comportamiento de muchos de esos sujetos que pueblan las comisarías y que carecen de vocación para ejercer su profesión. Como su corporativismo –en determinados núcleos policiales- es tan ciego como las cargas que realizan, salieron en tromba y, al no poder agredirme con la porra, utilizaron todo tipo de insultos y descalificaciones, firmadas con pseudónimos o supuestas esposas de agentes. Unos se publicaron, la mayoría, y otros no, pues la dureza de las descalificaciones lejos de mermar mi legítimo derecho de opinión desenmascaraba a sus autores y los ponía en muy mal lugar.

Muchos están en la policía como podían no estarlo. No es vocación, es trabajo. Después de ver lo que está pasando estos día en Valencia, o anteriormente en Madrid, parece que es un mal bastante más arraigado de lo que podía suponerse y de lo que yo mismo pensaba.

En ese artículo aludido, y mil perdones por citarme pero no me queda otra, me hacía las siguientes reflexiones:

¿Qué tipo de gente entra en las Academias de Policía?
¿Les realizan pruebas psicotécnicas de ingreso?
¿Es para ellos un trabajo o una vocación?
¿Qué méritos tienen los que aprueban?
¿Están preparados sus profesores?
¿Quiénes son sus superiores?
¿Además de autodefensa y ataque, qué tipo de enseñanzas reciben?
¿Leen la Constitución durante su periodo de formación?
¿Son conscientes de lo que leen y estudian y llegan a interiorizarlo?


Y cuando se gradúan como policías…

¿Reconocen los derechos de los ciudadanos?
¿Entienden sus límites?
¿Saben que su misión es defender el Estado de Derecho?
¿El uniforme les hace sentirse superiores y extralimitarse?
¿Saben diferenciar entre los “buenos” y los “malos”?

Seis meses después de hacerme todas estas preguntas, el jefe superior de Policía de Valencia, Antonio Moreno, ha dado la respuesta y lo ha dejado todo bien claro utilizando un lenguaje bélico propio de cuando la policía estaba militarizada y vestía de gris. Estas son las perlas del mandamás policial de Valencia:

«En el anterior conflicto del 15M también tuvimos que utilizar la fuerza cuando fuimos atacados».

En su comparecencia ante los periodistas para justificar lo injustificable, se ha negado a dar información sobre el despliegue policial dispuesto contra esa peligrosa «jauría» de adolescentes que iniciaron la protesta porque no tenían calefacción en las aulas del «Lluis Vives». Se ha negado en redondo porque no piensa «proporcionar esa información al enemigo».

Con esos adolescentes molidos a palos, asegura que «el plus de agresividad exige una respuesta». Y no ha dejado de hablar: «En días anteriores, por más que se diga, no ha habido carga policial, ha habido actuaciones proporcionadas». «Espero que mañana no sea necesario recurrir nuevamente a las defensas».

Me preguntaba quién formaba a los nuevos agentes. Si sus instructores son como el tal Antonio Moreno no hay más que decir. Solo queda rezar para no cruzarnos en su camino ni en el de sus chicos.

Con lo que se luchó para integrarlos y olvidar su uniforme gris, resulta que, de nuevo se lo han vuelto a enfundar y volvemos a ser el enemigo. Antes era a las puertas de la Complutense, ahora es a las de un Instituto de Bachillerato. Antes atizaban a los padres, ahora sacuden a los hijos.

Qué pena…, tanto correr delante de ellos, creyendo que los habíamos dejado atrás, para acabar volviendo al mismo sitio. 

Hay cosas que no cambiarán nunca. Que se lo pregunten a Garzón.


Alfonso García

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