viernes, marzo 29, 2024
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Un reencuentro apasionado

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Les presento un nuevo relato. Esta vez de una lectora de estas Memorias de un Libertino. Nos lo remite ‘Golondrina’, a la que agradezco, sinceramente, su colaboración por lo que significa de enriquecimiento de la sección. Espero que lo disfruten.

Un reencuentro apasionado

Aquel verano, la relación con mi pareja estaba en declive y había caído a su cota más baja. Así que, por consejo de una amiga, me entretuve jugando en Facebook. Me divertía buscando viejos amigos.

Un día se me ocurrió escribir un nombre de hombre, sin esperanzas de encontrarlo. Tenía curiosidad por saber de su vida porque siempre estuvo presente en todos los veranos de playa, en los inviernos cada vez que me sentaba en un banco de granito o cuando pasaba por una calle del barrio de Moncloa, donde aún existe aquella cafetería que seguía en mi memoria.

Lo encontré. Sin fotografía. Sólo su currículum y el nombre de una empresa, pero me aventuré y le escribí preguntándole si era él.

Al día siguiente, respondió pidiendo que le diera alguna pista. Le contesté sólo con una frase: “Lo pasé fatal en casa de tus padres”. Una frase que significaba el comienzo de lo mejor que me había podido pasar a nivel sentimental y sexual en mi vida.

Me dio sus coordenadas y esa misma tarde lo llamé. Y así comenzó una relación telefónica que, a medida que pasaban los días, se iba convirtiendo en un laberinto donde había que llegar hasta el final.

Ese final llegó justo a los 21 días de nuestra primera conversación y una mañana me vi en la estación de Atocha, nerviosa por el reencuentro de aquel amor juvenil, pero a la vez contenta. Por fin estaríamos juntos con la sabiduría que daban los años y la experiencia.

Y subiendo las escaleras, apareció aquel muchacho del que me enamoré con 17 años. El paso del tiempo había mejorado algunos aspectos de su fisonomía. Pero era él, sus ojos… esos ojos verdes que me cautivaron eran los mismos y su sonrisa era la de siempre… Quisimos besarnos, abrazarnos… pero estábamos expuestos a todas las miradas y no nos convenía.

En el parking del hotel, dentro de mi coche, nos dimos el primer beso. Después, fuera del coche, en el ascensor, en los pasillos, besos, besos y más besos.

Ya en la habitación, entre besos empecé a desnudarme. El me ayudaba. Yo a él. Sin prisas, pero con la ansiedad de dos amantes enamorados y ansiosos.

El acariciaba mis voluminosos pechos, los besaba, lamía mis pezones. Yo introduje su pene en mi boca y observaba su cara de placer. Parecía como si hubiéramos hecho el amor hacía unos días porque todo transcurría con naturalidad pero con una intensidad jamás vivida por mí. O por ambos.

Besaba mi cuerpo y yo el suyo. Me daba bocaditos en el culete, introducía su lengua juguetona entre mis muslos hasta alcanzar su objetivo. No se soltaba de mi pubis. Y una y otra vez su lengua tocaba mi vagina de una forma que me hacía gemir de placer.

Yo estaba completamente desinhibida y aquella sensación me hacía sentir libre, amada, deseada… Estaba en el paraíso. Tuve un primer orgasmo con su lengua entrando y saliendo de mi vagina y un segundo con una penetración que, a cada embestida suya, me hacía perder la noción del tiempo y del lugar.

Casi exhausta, pero con ganas, muchas ganas, cogí su pene y lo introduje en mi boca. Mi boca era una vagina que se contraía, succionaba, soltaba su pene, volvía a succionar… El estaba excitadísimo y yo tenía que parar para prolongar el placer.
Bajaba a sus testículos y los lamía una y mil veces, y a sus ingles, y a su perineo… Y volvía a introducir su pene en mi boca y lamía su glande… Hasta que se derramó  dentro de mí. Su calor y su sabor me encantaron.

Sobre las 10 de la noche salí del parking con él siendo testigo de mi marcha a pie de calle y los dos con la pena de la despedida, sin saber cuándo repetiríamos aquel derroche de amor y sexo. Él dormiría sólo en el hotel. Yo en mi casa acompañada.

Al llegar a ella, mi pareja me preguntó que si había humo en el local donde había estado ya que llevaba los ojos muy brillantes. Le dije que sí.

Luego, en la cama, cuando ya estaba medio dormida, sentí como su pene trataba de entrar dentro de mí por la espalda, apartando mi braguita. Me quedé quieta aunque favorecí la penetración. Después empezó a empujar con fuerza hacia mi interior. Rápidamente llegó al orgasmo.
No mediamos palabra, a los dos minutos estaba dormido.  Yo, en cambio, me espabilé y aquella noche no me dormí hasta el amanecer…

‘Golondrina’

Estas memorias están teniendo, afortunadamente, una gran aceptación entre los lectores. Lo demuestran el gran número de visitas que tiene semana tras semana y los comentarios que recibe. Por eso, de acuerdo con la dirección de Estrella Digital, he pensado realizar, dentro de la sección, un Experimento sexual: quiero que los lectores de ‘Memorias de un Libertino’ puedan publicar también sus relatos.  Sus sueños. Sus experiencias. Sus deseos ocultos.

El tema erótico será libre. Sólo pido que el texto no sea mucho más de un folio de extensión y que mantenga un mínimo de buen gusto. Se podrán firmar con seudónimo y se respetará el máximo de discreción. Tanto se respetará que los relatos NO deberán enviarse a la redacción de Estrella Digital sino a [email protected] Este es un correo creado, especialmente, para recibirlos y para que sirva también para aclarar cualquier duda o consulta.

Por supuesto, si alguien lo solicita, puedo también ayudarle literariamente a mejorar su texto.

Esperamos recibir muchos relatos.

Memorias de un libertino

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