viernes, abril 19, 2024
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Nuestro giro en política exterior

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Cuando se pide a funcionarios de la administración Obama que expliquen su programa para 2012 en política exterior, señalan en primer lugar el presupuesto de defensa. Es ahí donde quieren dar «un giro a la orientación» de la estrategia norteamericana — alejándose de las guerras de Irak y Afganistán y acercándose a la prioridad del siglo XXI de China y el Pacífico.

Para subrayar la importancia de este reajuste de activos, el Presidente Obama acudía al Pentágono el jueves para realizar el anuncio presupuestario. Empezó anunciando la victoria en la que solía conocerse como «la larga guerra», ofreciendo una cadena de fórmulas de despedida: Estados Unidos «pasa la página de una década de guerra»; «Hemos triunfado a la hora de defender nuestro país»; «La marea de la guerra está bajando».

La retórica relativa a nuevas estrategias es divisa corriente, en año electoral en especial. Pero estos anuncios deben de ser tomados en serio. Los recortes presupuestarios del Pentágono van a marcar la diferencia, dentro y fuera del país. Suponen un giro genuino, uno de los más importantes desde 1945.

¿Qué cambia? En primer lugar, la administración está recortando de forma drástica el número de efectivos regulares desplegados porque no espera ningún Irak o Afganistán nuevo. Obviamente, es prematuro declarar la victoria en Afganistán cuando ese conflicto está lejos de acabar. Pero la Casa Blanca cree poder disputar con eficacia el último tiempo hasta manteniendo un repliegue constante de efectivos militares.

Fue fácil pasar por alto el impacto de las palabras de Obama: estaba anunciando que la era que comenzó el 11 de septiembre de 2001 ha terminado. El principal responsable de Al-Qaeda está muerto y la mayor parte de sus filas están en desbandada; hay en marcha conversaciones secretas de paz con los talibanes. Y por todo el mundo árabe, Estados Unidos habla con la Hermandad Musulmana y con organizaciones salafistas que hace unos años habrían estado incluidas en listas terroristas. Es un proceso parecido a la forma en que Gran Bretaña puso fin a su largo conflicto con los terroristas irlandeses, participando en negociaciones con «el ala política» del IRA.

¿Qué más significa el giro? El hincapié del Pacífico se traduce insalvablemente en menos recursos destinados a la sociedad atlántica tradicional, simbolizada por la OTAN. Los efectivos regulares estadounidenses saldrán de Europa, en mayor número del esperado probablemente. Y teniendo en cuenta sus recientes nervios económicos, Europa puede sentirse abandonada. ¿Responderán los alemanes acercándose a Rusia? Atención a ese espacio.

El giro de Obama orienta la influencia estadounidense hacia China, y Pekín está comprensiblemente inquieto. Funcionarios estadounidenses siguen repitiendo que esto no se va a traducir en una política «de contención», y que Estados Unidos acepta a una China pujante como una inevitabilidad del siglo XXI. Un delegado de Obama visitaba Pekín la pasada semana, trasladando ese mensaje de tranquilidad. Pero los chinos no son idiotas; saben que América está desplazando efectivos hacia ellos.

Se avecina en el Pacífico un periodo de rivalidades y tensiones. Una de las primeras pruebas de fuego es que Estados Unidos pueda ampliar su reciente apertura hacia Myanmar. Otra será la delicada transición en Corea del Norte, que debería ser un terreno de cooperación chino-estadounidense pero podría ser lo contrario. Un tercer terreno implicaría las relaciones comerciales: Obama está presionando para sacar adelante la «Sociedad Trans-Pacífico» que crearía acuerdos comerciales de corte NAFTA entre ambas orillas del Pacífico. ¿Pero hasta qué punto es realista esto en el caso de una América que sufre ya inquietud comercial?

Mientras Estados Unidos altera sus prioridades en defensa, los comodines son Pakistán e Irán, dos países alimentados por una oferta aparentemente inagotable de antiamericanismo. Pakistán, tras años de fricciones con la tutela norteamericana, parece serio a la hora de reevaluar sus vínculos, realizando su principal General una visita la pasada semana símbolo del «no nos haces falta» a la otra superpotencia, China. Para variar, Estados Unidos no salió detrás de los paquistaníes tratando de aleccionar y suplicando la vuelta al estatus quo. Eso es bueno, pero Washington sigue necesitando una relación de cooperación con Islamabad, sobre todo a la hora de asentar el conflicto de Afganistán. 

En cuanto a los iraníes, parecen estar genuinamente nerviosos por primera vez en años — no a causa del lenguaje belicista israelí o estadounidense, sino porque las sanciones económicas están provocando la huida de su divisa y el inicio de un episodio de pánico financiero en Teherán. Y a finales de este año hay preparadas más sanciones. En algún momento, el régimen iraní va a correr peligro realmente — y adoptará represalias. Ése es el escenario que la Casa Blanca ha de evaluar cuidadosamente con sus aliados. Si el rumbo actual se prolonga, hay por delante un enfrentamiento con Irán.

Conoceremos los detalles de los recortes del Pentágono a lo largo de las próximas semanas, y los lamentos del Congreso (y no hablemos de Europa o China) comenzarán desde el primer momento. No crea que es una repetición del absurdo presupuestario de costumbre. El anuncio del Pentágono el jueves marca un cambio real, de enorme repercusión estratégica. 

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David Ignatius

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