viernes, abril 19, 2024
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El conservadurismo compasivo contraataca

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El resultado en Iowa es tan clarificador a nivel político como no concluyente a nivel electoral. Hay un Partido Republicano, que apoya a Mitt Romney y que quiere ganar unas elecciones. Y hay un Partido Republicano, que apoya a Ron Paul y que quiere exponer la idea del estado de competencias enumeradas.

Esta división no es ideológica del todo. Hay conservadores firmes que están convencidos de que la principal prioridad política es la jubilación anticipada de Barack Obama. Hay evangélicos — incómodos con el liberalismo y con la política exterior de Charles Lindbergh — que sin embargo se han unido a la protesta de Paul contra el estado ampliado.

A juzgar por la historia reciente, la formación con posibilidades de salir elegida es la que se impone con el tiempo. Los activistas que apoyan al nuevo (y más radical) Barry Goldwater tendrán que explicar cómo va a evitar el destino político del primero.

Pero el resultado más sorprendente quizá de los comicios de Iowa es el retorno del conservadurismo compasivo de los márgenes de la escena Republicana a su centro. Rick Santorum no es solamente un social conservador declarado; es el candidato Republicano que aborda la lucha de los obreros y la necesidad de una mayor prosperidad económica. Habla no solamente de los derechos del individuo sino de la salud de las instituciones sociales, la familia en particular. Se apoya en la repercusión pública de la fe en la dignidad humana — una opinión pro-vida que se aplica a los nonatos y a las víctimas del SIDA en África.

Los Republicanos que pretenden ganar elecciones pueden convivir con el moralismo y el populismo de Santorum. Los activistas contrarios al estado regulador no, y han iniciado su ataque. Santorum es aludido como «el estatista antiabortista». David Boaz, del Cato Institute, cita las pruebas que le implican en impactantes delitos ideológicos, como «la promoción de los servicios religiosos penitenciarios» y el deseo de «ampliar los exámenes de colon a los afiliados del programa Medicare de la tercera edad».

Pero Santorum no participa de herejías; representa una tradición alternativa de filosofía política conservadora. Los libertarios pueden querer reclamar los derechos de comercialización en exclusiva, pero dentro del conservadurismo estadounidense hay dos movimientos intelectuales y cuerdos: el libertarismo y el pensamiento social religioso (el católico en particular).

El libertarismo es una forma radical de individualismo en el que los derechos de la persona se imponen a cualquier otro objetivo o institución social. Se trata en realidad de una variante del progresismo clásico, no del conservadurismo — más directamente achacable a John Stuart Mill que a Edmund Burke o a Alexis de Tocqueville. El enfoque católico (y cada vez más el Protestante) sobre la ética social afirma que la libertad es posible a través de instituciones sociales fuertes — la familia, la comunidad, la congregación — que preparen al ser humano para el ejercicio de la libertad enseñando el autocontrol, la compasión y la inquietud por el bien común. El estado opresivo y extralimitado mina estas instituciones que influyen sobre los valores. El estado responsable puede darles protagonismo — pongamos, con un privilegio fiscal por hijo o con deducciones a la donación de caridad — así como defenderlas de las agresiones de la pobreza extrema o contra «el libre mercado» de la droga o la obscenidad.

Esto no es estatismo; es el principio de subsidiaridad. Según esta opinión, las necesidades son satisfechas mejor a través de las instituciones más próximas a los individuos. Pero cuando esas situaciones precisan de ayuda o de protección, las instituciones por encima deben de intervenir. Así que cuando las instancias estatales impusieron las leyes de segregación, el estado federal tenía el deber de revocarlas. Cuando una comunidad está atrapada en la depresión económica sin final y vacía de capital humano, el estado debe de encontrar formas creativas de dotar a individuos y organizaciones de caridad de protagonismo — puede que incluso de servicios religiosos carcelarios que cambian vidas desde dentro.

Esto no es conservadurismo «del estado intervencionista». Es una forma de gobierno limitado menos radical y simplista que el relato libertario. El enfoque conservador compasivo sobre la administración pública redunda en un papel federal más limitado y distinto — utilizando ideas de libre mercado para reforzar a familias y comunidades, en lugar de levantar burocracias centralizadas. Rechaza, por ejemplo, la fe utópica en los mercados sin control que elevan de forma dramática la suma del sufrimiento.

En un discurso pronunciado en la Heritage Foundation en 2005, Santorum adujo que hombres y mujeres no deben ser tratados ni como «patéticos dependientes» ni como «individuos radicales». «Alguien», afirmaba, «sale siempre malparado cuando las masas de individuos hacen lo que sólo revierte en su interés. Esa es la gran mentira de la libertad izquierdista… La libertad es libertad de acción acompañada de la responsabilidad para con algo mayor y más importante que uno mismo. Es una libertad sin egoísmo. Es una libertad de sacrificio. Es la búsqueda de nuestros sueños con la vista puesta en el bien común».

Santorum dista de ser el candidato perfecto. Su candidatura es improbable. Pero su éxito no debería ser realmente una sorpresa. Cada cuatro años, los Republicanos caen en la cuenta de que necesitan una agenda de política nacional con esperanzas — alguna visión del bien común — que llegue a su electorado. Si Santorum no se hace con la candidatura, el ganador hará bien en escucharle.

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Michael Gerson

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