Hay que agradecer las ponderadas palabras de Mariano Rajoy en línea con las pronunciadas por José Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba. El comunicado del presidente popular no tuvo ni una palabra de más y ninguna de menos. Actuó, en efecto, no como jefe de la oposición sino como futuro presidente del Gobierno. Con un recuerdo emotivo para las víctimas, el líder del PP no tuvo reparos en reconocer que el cese de la violencia etarra es «una gran noticia fruto del esfuerzo y la determinación de la sociedad española que han sabido resistir el chantaje emocional de los terroristas durante décadas. Se ha producido –dijo- sin ninguna concesión y es sin duda el único camino en el futuro».
Un futuro que, en efecto, le corresponderá gestionar a él y a su equipo a partir del 20-N. Conviene no olvidar que, con la lección aprendida del pasado, sería deseable que ninguno de los dos principales partidos utilicen la derrota de ETA como argumento electoral. Los ciudadanos no nos merecemos eso, pues la victoria es de todos.
Y además de los ciudadanos en general, los militantes y simpatizantes del PP tampoco se merecen que algunos de sus líderes incurran en continúas salidas de pata de banco enmendándole, con ello, la plana a Mariano Rajoy.
No es de recibo y sí impresentable e innecesario que Mayor Oreja y, para variar, Esperanza Aguirre, hayan contaminado el mensaje institucional y con sentido de Estado que el PP había transmitido.
Tanto el exministro como la presidenta de Madrid están desnortados en lo político y resentidos en lo personal. Y eso no es bueno a la hora de hablar, sobre todo si con ello, hacen daño a su partido y a su líder.
En Génova no ha gustado demasiado este nuevo ataque al discurso oficial del PP, aunque ven que el acontecimiento y la gestión que habrán de llevar es mucho más importante que lo que digan dos políticos dolidos.
Algún día dejarán de mear fuera del tiesto.
Editorial Estrella