sábado, mayo 4, 2024
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A usted también le va a tocar

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A los primeros que les tocó la bola negra fue a los funcionarios. “Afortunados ellos que disfrutan de un empleo fijo para toda la vida”, criticaban los de siempre: “son una casta privilegiada”, añadían. Como si nacieran con la plaza pegada al cordón umbilical. En realidad fueron otros, mucho más prácticos, los que pensaron que la forma más sencilla de reducir los costos del estado era rebajar el salario a los trabajadores públicos. Y así se hizo: ¡solidaridad con los parados en el tristísimo panorama laboral patrio! Un lema para cada ocasión.

Después fueron los pensionistas los que tuvieron que aportar su granito de arena. Se fijaron e un colectivo pacífico y acobardado, que vive apaciblemente su atardecer vital, si la salud lo permite. Otra operación sencilla: si congelamos las pensiones, menos dinero que sale de las cuentas estatales. La justificación oficial tampoco fue muy complicada: les hemos subido los ingresos más que nadie, no pagan los medicamentos, se pasan el día en la consulta entreteniendo a los médicos, viajan gratis, disponen de asistencia en sus domicilios y disfrutan de vacaciones pagadas en los mares que nunca vieron. ¡Total son cuatro perras que a los viejos no les resuelve nada, y que sumadas suponen un dinerito que se ahorra la caja pública!

Y el bombo de los recortes giró de nuevo y la bolita se posó dulcemente en el bolsillo del personal docente y sanitario. Más horas lectivas y menos interinos. Menos profesores de apoyo y que los más torpes espabilen y si no prosperan a formación profesional, que en Alemania necesitan mano de obra cualificada. Y los doctores que operen más y más rápido, que pierdan menos tiempo en los ambulatorios, y que aporten sus eurillos a la causa cobrando menos.

Y ya que estamos abaratando costes, que se apliquen a ello las administraciones periféricas, grandes y pequeñas. El zapato aprieta y el calzador presupuestario se aplica a todos aquellos que viven de la cosa pública: empresas de limpieza, constructoras, transportistas, jardineros y tantas otras. Me dicen que incluso las orquestillas que amenizan las fiestas de los pueblos están ajustando las plantillas. Hasta los ganaderos venden menos novillos para los dichosos encierros de los pueblos. Y así las cosas,  vendrán tiempos peores en los que la papela le llegará también a los llamados trabajadores de la cultura. ¿Ustedes se piensan que van a continuar los costosísimos montajes en los teatros públicos, qué se va a seguir financiando el cine español como ahora o que se van a mantener abiertos los centenares de centros culturales que se han multiplicado por todas partes? Sinceramente, me temo lo peor.

Todavía quedan ciudadanos que van por la vida silbando distraídamente. Se creen acolchados e inmunes al descalabro generalizado. Dicen que pasan de la política, de la prima de riesgo, de la deuda soberana y de la taquicardia de los mercados. Que les importa un rábano la identidad del próximo presidente del gobierno y su programa electoral. Yo les puedo asegurar, sin embargo, que también les va a tocar. Mi abuela, que sólo se sabía las cuatro reglas, ya lo decía en los tiempos malos: “no se pueden gastar más pesetas de las que entran en casa. Los anticipos se comen la paga y al final no te fían ni en la tienda de la esquina”. Así de fácil. Tan sencillo como seguir con los recortes y afrontar una reforma fiscal que aporte mayores ingresos. Y en eso es en lo que se van a aplicar. Al tiempo.

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Fernando González

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