miércoles, abril 24, 2024
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El día a las elecciones

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No se sabe bien si el presidente Rodríguez Zapatero, en las cuestiones internas de su partido e incluso en la batalla electoral próxima, se ha puesto de perfil libre o forzadamente. La decisión es suya, no hay duda, pero el fundamento de la misma –o lo considera conveniente o le hacen considerarlo así- no lo parece tanto. La idea de que se ha convertido en un problema para el PSOE es ya antigua y las presiones para que anunciara su renuncia a la reelección antes de los comicios de mayo alcanzó cotas sorprendentes. Sorprendentes e inútiles porque quienes pensaban que, “sin Zapatero”, podían recuperar terreno fueron arrasados igualmente por el tsunami del Partido Popular y porque, la noche de autos, tuvo que salir el presidente a la palestra a hacerse cargo y mostrarse responsable del fracaso. Este fin de semana, en la proclamación como candidato de Alfredo Pérez Rubalcaba, el presidente y secretario general no va a intervenir, lo que constituye o bien un gesto de poca elegancia por parte de quienes son algo porque contaron con su respaldo o un síntoma de cómo están las cosas, de ese afán desesperado por olvidar el pasado reciente, el pasado presente si se me permite la expresión. Olvidarlo todo, vamos, incluido o empezando por el presidente.

Ayer anunció que la salida del Gobierno de Pérez Rubalcaba dependerá sólo del candidato. Ni del presidente, que elige y remodela su Gabinete, ni de los órganos del partido sino de la intuición del cabeza de cartel acerca de lo que le resulta más conveniente. La duda es si su estratégico “alejamiento” renta más que el efecto mediático de su presencia en el Gobierno, asunto más importante, en el fondo, que la retórica con la que pueda presentar un “nuevo” diagnóstico o un “nuevo” proyecto. Tendrá que ser pronto, de todos modos, porque, de otro modo, y como síntoma de los peligros que se ciernen sobre el PSOE, la discusión y la rumorología sobre esta decisión acabarán teniendo más importancia que cualquier otro empeño.

Lo que queda por saber es si también la decisión sobre la convocatoria de las elecciones, es decir, si se adelantan o se intenta cumplir todo el periodo de la legislatura, va a ser, en el fondo, del presidente o del candidato, de los apoyos que pueda conseguir el primero (que son los de los nacionalistas vascos) o de los intereses estratégicos del segundo independientemente de la aritmética parlamentaria. Si Pérez Rubalcaba quiere, como parece, presentarse solo ante el peligro, sin el lastre del presidente y del Gobierno del que ha sido vicepresidente, puede ser tan nocivo dejar la acción política a estos durante demasiados meses como querer cortar por lo sano y saltar a la arena “con un discurso muy esperado”, como estos días se dice. Pero lo que ya no tiene ningún sentido es insistir en que la demora, si es posible, está justificada por las reformas. En todo caso, por las convulsas reformas en el seno del PSOE.

Germán Yanke

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