No hay nada más hermoso y más rentable para todos que vender la marca España en el extranjero. Y más en EEUU. Si ZP, en lugar de dedicarse a deteriorarla, se hubiese dedicado a protegerla otro gallo nos cantaría. Menos mal que nos quedan Penélope Cruz y Javier Bardem. Ellos no se cansan nunca de vender la marca España a los estadounidenses. Y eso sí que tiene mérito porque, teóricamente, es una de esas parejas a las que, ideológicamente, no le gustan los americanos.
Hijos del “Yankees Go Home” de los setenta y educados en el rogerío más casposo, siempre han sido contrarios a la cultura americana. Ahora, no. Y yo me alegro un montón. Ahora venden la marca España y a mí eso me encanta. No sé si se deberá a una caída del caballo, como San Pablo, o a una subida del dólar por aquello de “la pela es la pela”, pero me encanta. Porque lo que cuenta, de cualquier modo, es vender la marca España.
El fin de semana pasado Penélope y Javier estuvieron en un concierto de Prince y subieron a bailar al escenario. (Desconocía que les gustase la música funk como desconocía que pareja tan sencilla y, al mismo tiempo, tan hostil en su vida privada se mostrasen de esa manera) Y fue bonito ver a Pe recordar sus tiempos de La Quinta Marcha y a Javier imitar el más puro ‘street style’ americano.
Aunque, visto el video varias veces, tengo la duda de si les invitaron a subir o subieron ellos de motu propio. Lo digo porque Prince los abandonó como si se tratase de dos fans más. Es igual. Subieron y vendieron España, como reivindicaba aquella vieja copla española tan denostada por la progresía.
En cualquier caso, insisto, fue un hecho muy bonito. Sobre todo por las expectativas que abren a los medios españoles. Estoy seguro de que Penélope y Javier, a partir de ahora, cuando vengan a España, seguirán siendo la pareja encantadora que es en EEUU. Estoy convencido de que la próxima vez que vengan ya no serán dos cardos borriqueros con la prensa española como eran hasta ahora.
Pinocchio