viernes, mayo 10, 2024
- Publicidad -

El tierno ‘dóberman’

No te pierdas...

¿Viejas facturas de correligionarios de partido y sin embargo amigos? El destierro de Cascos en la carrera electoral del PP en Asturias evoca el reverso de su biografía: el poder rotundo que pareció ejercer en la compleja travesía del centro derecha español, desde las batallas intestinas en los años ochenta, hasta su refundación hace 20 años en el Congreso de Sevilla, que lo reeligió como Secretario General.

Porque no es imaginable que Mariano Rajoy, presidente del PP y antiguo compañero de Gabinete de Cascos, ni Javier Arenas, hoy vicesecretario general del PP para asuntos territoriales, y sucesor de Cascos en la Secretaría general del partido en 1999, se hayan encontrado la decisión en sus mesas. Estrategia buscada o acto fallido, la espantada del otrora número dos del PP y vicepresidente de Aznar revela el efecto desagüe de la nueva cúpula del PP sobre los que algo fueron o significaron en el liderazgo de José María Aznar. 

No puede acreditarse, en sentido estricto, un hilo conductor que aúne a los difuminados Acebes, Zaplana, Piqué, Pizarro, Astarloa, María San Gil, Regina Otaola, José Antonio Ortega Lara o la alianza rota con UPN con el rudo Cascos, que fue a su aire. ¿A quién representa? Seguramente, a sí mismo, pero forma parte de   la vieja guardia que forjó liderazgos fornidos  y compactos –como el suyo- y hasta los más simbólicos, como el de una joven María San Gil. Liderazgos a los que la nueva guardia pretoriana de Rajoy se ha mostrado refractaria en su carrera hacia el Gobierno. 

Otra cosa son las caricaturas, siempre deformes. “General Secretario” –inversión para destacar su autoritarismo- o el ya célebre sarcasmo del ‘dóberman’ en la campaña socialista de las generales del 1996. Polemista y polémico, Álvarez Cascos rompía moldes más rápido de lo que sus correligionarios pudieran restaurarlos. Lloró al ver el cadáver de Miguel Ángel Blanco tras unas jornadas cargadas de tensión junto a sus compañeros en el País Vasco lo que no le impidió ser el interlocutor privilegiado del nacionalismo, “el amigo Cascos”, en tiempos de especial susceptibilidad entre los populares vascos por el trato que el PNV les dispensaba. Y esa amistad le granjeó la incomodidad entre los suyos, aunque ello no le hiciera cambiar de actitud. 

El Secretario General del PP que ejerció con mano firme la disciplina interna no ha obtenido de su partido la excepcionalidad que se otorga a los mentores. Reclutado para la política por Manuel Fraga en los años ochenta,  este ingeniero apasionado de los toros, la pesca y el periodismo ha encarnado el mimetismo con su antiguo guía. Como Fraga quiso volver a su tierra para gobernarla, tras haber ocupado las más altas funciones en la política española. No varió su estilo indómito al cambiar de función y así lo desplegó entre sus adversarios. Creyó que su poder estaba en su piel.  Su pérdida, junto a otras más silenciosas, será una incógnita de futuro en un partido que vislumbra el cielo de la Moncloa en un aún lejano 2012. Pero antes, las lluvias y soles de mayo dirán si el viejo león vuelve a medirse en la plaza para ganar o morir. Para ese viaje ya ha elegido bandera. “El orgullo” del asturiano.  O el orgullo, a secas.  

 

 

Chelo Aparicio

Relacionadas

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Publicidad -

Últimas noticias

- Publicidad -