viernes, abril 19, 2024
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El cambio político

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“Aquí va a haber un cambio político” dijo ayer Mariano Rajoy ante la Junta Directiva del PP de Castilla La Mancha antes de añadir que tal cosa ocurrirá sea cual sea el candidato del PSOE. No hacen falta para estas afirmaciones ni dotes adivinatorias ni cursillos especiales de prospectiva política. Que al Gobierno y a su partido sólo le salva un milagro –por mucho que falta aún para las elecciones generales- es un convencimiento del que participan también en el PSOE aunque no lo digan con tanto entusiasmo. Ya lo dicen con el nerviosismo y el desconcierto.

La confianza del líder del PP puede tener, sin embargo, su interés según cómo se traduzca en su actividad política a partir de ahora. Es ya un tópico –aunque no por eso deje de encerrar una verdad- que las elecciones son un sistema pacífico para terminar con un gobierno más que para demostrar fervor vehemente por el que le suceda pero, a veces, no falta un cierto interés por la alternativa, una ilusión que, de un modo u otro, puede ser esbozada por la opinión pública. Lo hubo en 1982 cuando llegaron al poder los socialistas,  aunque pesara en los electores la consunción de la UCD. Lo hubo, menor pero lo hubo, cuando en 1996 ganó el PP las elecciones, aunque la corrupción socialista tuviera su papel en el largo desgaste. ¿La hay ahora? Si la hay no es destacable y hasta el PP se empeña en subrayar día y noche su gran “argumento”: la inutilidad de los actuales gobernantes para resolver los problemas.

Hasta ahora, para remacharlo, la oposición nos ha regalado con las cuatro tradicionales y escatológicas predicaciones de la Cuaresma: sobre la muerte (de lo que el PP logró en sus ocho años de gobierno), sobre el Juicio Final (que ha terminado condenando al iluso Rodríguez Zapatero), sobre el infierno (en que se ha convertido España) y sobre el paraíso (que será la vuelta de los populares a La Moncloa. ¿En qué consiste el paraíso? En que el PP, dice Rajoy, tiene un modo distinto de hacer las cosas.

Quizá ahora, convencidos del cambio, próximos al paraíso, Mariano Rajoy haga como Carter, aunque el norteamericano lo hacía –al principio- con menos respaldo de la opinión pública: en vez de decir “si me eligen presidente” repetía “cuando sea presidente”. Lo interesante es que, cuando se dice “cuando sea presidente” lo lógico es añadir qué se hará, que se adelante el contenido de una política distinta de la que conocemos. Dibujar el paraíso a la vuelta de la esquina tiene el peligro del inevitable desencanto –inevitable siempre y más con la que está cayendo- pero, sin exagerar, sólo una alternativa seria, bien explicada,  razonada, puede lograr sumar ilusión y confianza al deseo de que lo que tenemos termine. Si no vale para llegar al poder, sirve sin duda para acompasar una acción de Gobierno con la opinión pública. Y es de esperar que esto último no sea residual para quien ya se prepara la investidura.

Germán Yanke

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