martes, abril 16, 2024
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En Afganistán no basta

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El problema fundamental de Estados Unidos en Afganistán es que el pueblo afgano del terreno clave de batalla no comprende el motivo de nuestra presencia allí: Cuando los cuestadores leyeron un resumen simple del atentado del 11 de septiembre de 2001 y su repercusión a una muestra estadística de 1.000 varones jóvenes de las provincias de Helmand y Kandahar, sólo el 8% dijo conocer este suceso.

Los resultados del sondeo trasladan una realidad cruda de esta guerra: La población de la región pastún del sur de Afganistán acusa la presencia de efectivos extranjeros. La mayoría no aprecia el motivo que les trae, ni la forma en que pueden ofrecer un futuro mejor que los talibanes. Opinan que América y sus aliados no respetan sus tradiciones.


Cuando el Presidente Hamid Karzai denuncia las tácticas militares estadounidenses como hizo durante una entrevista reciente en el Washington Post, expresa lo que opinan muchos afganos. En lugar de enfurecerse con los arrebatos de Karzai, que es la reacción normal de los funcionarios estadounidenses, tal vez valga la pena escuchar con más atención. Después de nueve años de guerra, los afganos quieren recuperar su país.


Las fuerzas de la OTAN han obtenido mejores resultados los seis últimos meses ganando «corazones y mentes» en el sur de Afganistán — pero probablemente no sea bastante para tener éxito sin algunos cambios de táctica. Esa es mi lectura del nuevo sondeo de la investigadora canadiense Norine MacDonald, que me mostró antes de su publicación.


El sondeo de MacDonald ofrece un vistazo a partir de la «verdad del terreno» que es fácil pasar por alto, a los periodistas destacados y también quizá a los legisladores estadounidenses. Lleva más de cinco años afincada en Kandahar y Lashkar Gah, haciendo investigaciones para el Consejo Internacional de Seguridad y Desarrollo, un colectivo privado financiado a través de fundaciones en Europa. Es una infrecuente observadora independiente de este conflicto.


MacDonald llevó a cabo su sondeo más reciente en octubre, después del que hizo en dos provincias del sur en junio. Esta vez duplicó el número de entrevistas para tener una muestra estadísticamente fiable. En muchas cuestiones, obtuvo respuestas mucho más favorables que en junio. Pero la mayoría sigue sin apoyar la misión estadounidense ni entiende su motivación.


Las cifras demuestran que los afganos siguen desconfiando, incluso al mismo tiempo que las tropas estadounidenses castigan a los talibanes: El 50% de los encuestados en octubre cree que las recientes operaciones militares son malas para el pueblo afgano; el 58% cree que está mal trabajar con fuerzas extranjeras; el 55% es contrario a las operaciones militares contra los talibanes en su zona; el 72% dice que los extranjeros faltan al respeto a su religión.


El Presidente Obama sustentó su estrategia el pasado diciembre en la idea de que a medida que las fuerzas estadounidenses se replegaran de Kandahar y Helmand, el gobierno local mejoraría y el apoyo a la insurgencia desaparecería paulatinamente en estas provincias clave. Se han registrado ciertos avances en esa dirección en los últimos meses.


He aquí algunos indicadores de que las premisas centrales de Obama siguen sin demostrarse: sólo el 31% de los encuestados piensa que las fuerzas de la OTAN protegen a la población; el 51% dice que su opinión de las fuerzas de la OTAN es más negativa o la misma que hace un año; el 65% dice que las fuerzas extranjeras matan a más civiles que los talibanes.


La imagen del ejército y la policía afganos en Helmand y Kandahar está mejorando, pero no lo bastante para que la gente confíe en que puedan asumir el control. El 52% dice que el ejército afgano es ineficaz, y el 39% dice lo propio de la policía. Pero en las grandes cuestiones relativas a la transferencia de soberanía, el 61% está seguro de que las fuerzas de seguridad afganas serán incapaces de brindar seguridad en las zonas de las que se repliegan las fuerzas extranjeras.


Y aquí están las cifras más escalofriantes de todas: En la región que era el bastión de Osama bin Laden, el 81% dice que al-Qaeda volverá si los talibanes vuelven al poder, y el 72% dice que al-Qaeda utilizará entonces Afganistán como base de ataque contra Occidente.


MacDonald cree que no es demasiado tarde para invertir estas tendencias. Argumenta que Estados Unidos y sus aliados tienen que dejar claro el motivo de haber llegado, y explicar el motivo de que los afganos tengan un futuro mejor trabajando con la coalición y con el gobierno afgano. La gente quiere electricidad, por ejemplo, de manera que sugiere una elección simple. Futuro con nosotros, luz; futuro con los talibanes, a oscuras.


Para mejorar la imagen de Estados Unidos entre los jóvenes afganos, MacDonald tiene un innovador plan de «pensión» para ayudarles a financiar su ambición más encendida.


El General David Petraeus ha hecho énfasis en la faceta «enemigo-céntrica» de la contrainsurgencia, triplicando la cifra de incursiones de las fuerzas especiales estadounidenses comparadas con las de un año antes. Pero los sondeos de MacDonald dejan claro que lo de «proteger a la población» aún no tiene éxito. Las tendencias muestran mejoría, pero no la suficiente.

David Ignatius

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