Mas ha declarado que el Estatuto de Cataluña está en vía muerta y los socialistas catalanes le responden que, si lo está, también está Mas en vía muerta como padre de la criatura. El verano es una época proclive a las ligerezas pero no debía serlo para las frivolidades políticas. Por la misma regla de tres, ya que el PSC quiere hacer ver que el Estatuto está vivo, lo estría también el líder de CiU que, con toda probabilidad, les va a ganar las elecciones por mayor diferencia de la que obtuvo en los anteriores comicios autonómicos que, aunque se olvide y aunque no pudiera gobernar, también ganó.
Lo que demuestran las declaraciones de Mas es que es imposible, como se preveía, un diagnóstico común de los “padres” del Estatuto tras la sentencia del Tribunal Constitucional porque a todos les interesan más ahora las elecciones que la situación real del texto. CiU no quiere ir de la mano de los socialistas porque le interesa el enfrentamiento con esta cuestión y subrayar el brete en el que Montilla se ha puesto a si mismo. Esquerra aprovecha para ensayar, aunque sea formalmente, el programa independentista, seguramente más atento a los competidores que pueden surgirle en ese sector que a la realidad del objetivo esbozado. Lo que se va a dirimir en breve es quién detentará el poder los próximos cuatro años aunque la retórica siga dando vueltas sobre el Estatuto.
Si no hay diagnóstico común tampoco se ve por ninguna parte un análisis serio, aunque sea contradictorio y plural, sobre los caminos que el autogobierno pueda seguir en el futuro inmediato. Y es así porque los maximalismos y el empecinamiento son más útiles en el debate degradado de la política (y de las campañas electorales) que el análisis razonable y razonado del espacio y las posibilidades, que son enormes, que ofrece lo validado del Estatuto. Ya las reacciones iniciales, y las que siguen, van más en la dirección de criticar al Tribunal y no al texto concreto y a los argumentos de la sentencia y de mostrarse agraviados en vez de responsables del desaguisado.
En este escenario, en el de salirse del análisis serio, el presidente del Gobierno, que se desliza una y otra vez por la vía muerta mientras los más proclives se preguntan por qué no frena, debería abandonar la tesis de que se puede lograr lo que el Tribunal ha dicho que no se atiene a la Constitución por otros caminos. Es un modo más de salirse del espacio razonable y, además, no le va a servir ni para salvar a Montilla ni para salvarse él mismo.
Germán Yanke