viernes, abril 19, 2024
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25 de octubre

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Entre los ardores guerreros que han prendido de forma abrupta en hemiciclos, aulas y tribunas contrasta el frescor de las brumas del norte. El País Vasco, siempre asociado a una letanía de sucesos dramáticos por el terrorismo, o a la frustración política del nacionalismo, se convierte en la tregua nacional, al menos epidérmica. En este caso, es como si socialistas y populares vascos, que hacen hoy posible un gobierno de espíritu estatutario, quisieran esquivar las disputas y recuperar el tiempo perdido.

Treinta y un años después de la aprobación del Estatuto de Gernika, el 25 de octubre de 1979, la fecha será conmemorada como fiesta oficial, tras ser aprobada por el Pleno del Parlamento Vasco, mediante los 38 votos de socialistas, populares y UPyD.

La decisión representa el gesto político más simbólico del Gobierno de Patxi López, por encima de las distintas iniciativas educativas, políticas y de la «tolerancia cero» contra el terrorismo. El PSE y el PP lo habían intentado sin éxito en las legislaturas precedentes, todas ellas presididas por Gobiernos nacionalistas. No puede sorprender al electorado vasco que Patxi López, que prometió su cargo en Gernika el 7 de mayo de 2009 -pronto se cumplirá un año- «desde el respeto a la ley, con lealtad a la Corona, al Estatuto de Autonomía de Gernika y demás leyes vigentes» haya impulsado la decisión.

Pero sí ha provocado el malestar de los grupos nacionalistas, quienes gobernaron durante tres décadas mediante el actual marco jurídico. La Cámara Vasca ha mostrado la habitual división. Los nacionalistas, que han sumado 35 votos, interpretan el gesto como uno más en la tendencia a restar singularidad al País Vasco, en un intento de homogeneizarlo con las demás autonomías, y de restringir el desarrollo del autogobierno. No sólo sus portavoces. Dentro del nacionalismo social se propaga la especie de que el gesto supone una apuesta de división, que vendría a contrarrestar el efecto de la fiesta de Aberri Eguna, el Día de la Patria Vasca.

Quien ve incompatibles ambas fiestas se queda en el prejuicio. Siendo de esencia nacionalista, el Aberri Eguna tiene también una raíz costumbrista y religiosa; no en vano fue el Día de Pascua de Resurrección cuando Sabino Arana y Goiri vivió la revelación de su ‘ser vasco’ por el testimonio de su hermano. Hay vascos para todos los gustos: Nacionalistas de costumbres y defensores del Estatuto, y nacionalistas que quieren la independencia, y dan al Estatuto por muerto. También hay vascos no nacionalistas. Así que cada uno puede elegir su lugar, sin perjuicio del reconocimiento oficial a un Estatuto que logró el mayor consenso político de los vascos.

Más difícil se presenta el cambio político en la enseñanza, y en la apuesta de trasladar a los centros escolares el testimonio de las víctimas. Un centenar de ikastolas federadas en Ikastolen Elkartea, que agrupa a centros del País Vasco, Navarra y País vasco-francés, rechaza el Plan de Educación para la Paz, que así se llama, porque consideran que pretende un adoctrinamiento partidista. Su argumento es que la misma atención social que se debe a las víctimas del terrorismo también lo es para «las víctimas de la violencia política de cualquier otro signo» o las de otro tipo de violencia. La neutralidad no es aséptica.

Chelo Aparicio

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