Nuestro país ofrece imágenes cotidianas que se escapan a toda lógica y que pueden poner los pelos de punta a un honrado ciudadano nórdico. Es nuestro surrealismo. Difícil de entender por otros pueblos, pero que contiene claves imprescindibles para transitar por nuestros lares.
Así, un noruego, por ejemplo, de visita en España, puede ver cada día por las teles una escena siempre nueva pero con idéntico argumento: un numeroso grupo de periodistas que acosan a una señora peinada de forma extraña, ya entrada en años, en la puerta de su casa, en una estación o donde sea. El diálogo es el siguiente:
-Duquesa, está usted muy guapa.
–Sinvergüenzas -balbucea la mujer.
-Hoy se le nota muy contenta.
–Son ustedes unos groseros.
-¿Está usted enamorada?
–A usted qué le importa. Déjenme en paz.
-Qué carácter tiene la señora. Esta mujer me encanta. Tan abierta y simpática.
De esta forma tan rotunda y alegre, la periodista insultada reiteradamente remata su reportaje realizando un completo y cotidiano ejercicio de masoquismo.
El honrado y cívico noruego, escandalizado por esta escena de acoso, seguro que se planteará realizar la oportuna denuncia, para lo cual se interesará por la señora indefensa y la razón de esta nueva costumbre de los bárbaros españoles que son capaces de matar toros en las plazas, acosar ancianas por las calles y encima lo graban y emiten por la tele cada día.
Así que, conmocionado, indagará antecedentes del caso y le preguntará a algún amigo español por todos estos incidentes.
La contestación del amigo español refiriéndose al placer que produce a acosada y acosadores eso de salir cada día en la tele reproduciendo la escena, en vez de tranquilizarlo, seguro que le sume en un estado psicológico que, si lo supera, ya está preparado para vivir entre nosotros y comprender todas estas imágenes sin razonamiento lógico: es decir, nuestro surrealismo en estado puro.
Paco Fochs