sábado, abril 20, 2024
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De la verdad, ni hablar

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Quienes esperasen algún fruto del debate (?) parlamentario es probable que hoy estén decepcionados. Los que esperaran poco o nada se habrán quedado igual. ¿Y los protagonistas? Sería interesante saber qué han sentido de verdad, más allá de que pueda haberles complacido o molestado lo publicado, difundido o valorado después de la sesión.

En esencia, el rifirrafe podría haberse celebrado cualquier momento anterior… ¿o posterior? Los dos principales líderes siguen aferrados a su guión de siempre, con la novedad de algunas frases con pretensiones de impactar y mostrar ingenio, pero sin otra trascendencia que unos minutos de gloria mediática en forma de corte audiovisual y titular impreso o digital. De hecho, salvo por algunas menciones puntuales a hechos de las últimas semanas, un visionado de la grabación del acto a duras penas permite adivinar la fecha exacta de celebración.

Es hasta cierto punto lógico que cada quien se pronuncie en la tribuna del Congreso de los Diputados pensando en su particular parroquia y en todo caso tratando de mantener y defender sus posiciones. Lo que cuesta entender es que no exhiban capacidad de ir un poco más allá; sobre todo teniendo en cuenta las circunstancias a fecha de hoy. No sólo -aunque también- por el enquistamiento hacia el que parece deslizarse la crisis económica, o si se prefiere los problemas asociados a ella, sino además por lo que las encuestas están reflejando respecto del ánimo que se está instalando en la sociedad.

La última entrega de los sondeos que periódicamente lleva a cabo el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) mostraba varios datos inquietantes, pero a los efectos de la sesión que nos ocupa parece que debería haberse tenido en cuenta al menos uno: el elevado y creciente porcentaje de ciudadanos que no confía en el Gobierno ni en la oposición para sacar la economía española adelante. No suena probable que vaya a cambiar demasiado tras lo acaecido ayer, al menos en un sentido inverso: esto es, confiando más que anteayer.

Quizás lo peor sea que ha vuelto a perderse una inmejorable oportunidad para decir toda la verdad. Primero, exponiendo con la debida crudeza cuál es la verdadera situación. También, reconociendo y asumiendo que no existen atajos ni soluciones milagreras; mucho menos, posibilidades de superar los problemas con rapidez. Y, en especial, diciendo con claridad lo que la mayoría sabe o al menos sospecha: salir de ésta exige sacrificios, esfuerzos y contribución de todos. Es lo mínimo para empezar a generar esa confianza que cada día va a menos, en lugar de a más.

Enrique Badía

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