viernes, mayo 10, 2024
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Alonso y la risa del Gobierno

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Hay estados de opinión que, razonable o no, que ésa es otra cuestión, se imponen, y uno de ellos es el de la necesidad de un pacto o acuerdo entre los partidos para afrontar la crisis económica. Estoy convencido -o quiero estarlo, que también podría ser- de que para la mayoría de los ciudadanos es un recurso psicológico: no se trata tanto de la exigencia de la unanimidad, que en realidad no tendría ningún sentido, sino de la rabia que produce, en el escenario de problemas que no son teóricos ni ajenos, sino que afectan a empresas y familias concretas, el tipo de discusión que se da en la esfera de la política: descalificaciones, palabras de extrema dureza, reproches sobre la responsabilidad de lo que ocurre, falta de programas o propuestas concretas para el debate, etc.

De lo que estoy convencido del todo, más allá del deseo, es que un acuerdo global no lo quiere, en esa esfera que se aleja de lo ciudadanos, nadie. Ni el Gobierno pretende anteponerlo a un proyecto que aspira a presentar como ideológico y que no desea compartir con nadie (él es el único que se preocupa, dicen, de la protección social en estos momento de zozobra), ni el PP quiere perder el carácter de alternativa específica a un caos creciente (como si esa opción se contaminase sin que el PSOE entone el mea culpa y se eche en sus brazos), ni otros partidos menores. IU considera que cualquier recorte razonable es una cesión al maldito capitalismo y busca arañar votos en el ala izquierda del socialismo, el PNV trata de sacar tajada al mismo tiempo que se mantiene al margen, CiU insiste en sus buenas intenciones pero entre las más verdaderas está, ante las elecciones catalanas, dañar al PSC y no dar muestras excesivas de colaboración con el PP. La estrategia de cada uno es tan evidente y tan partidista que, por obscena, está en el fondo del malestar que estalla reclamando un acuerdo.

Los contactos parlamentarios iniciados por el grupo socialista, que quieren dar la impresión de un cambio de rumbo en el PSOE, no son sino una maniobra cosmética para tratar de aprovechar la corriente de opinión. O para que les dañe menos que a otros. Ni estas charlas son el formato del acuerdo ni el del debate serio. Tampoco el lugar, y mucho menos son los responsables del grupo quienes deberían ser los protagonistas. Se diría que el Gobierno se comporta como en el famoso chiste del túnel: sal tú, querido Alonso, que a mí me da la risa…

Germán Yanke

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