jueves, abril 25, 2024
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Evolución del insulto

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Si yo, cuando era crío, llego a denominar a un compañero o describir un accidente con palabras muy en boga, me expulsan del colegio.

Me estoy refiriendo en concreto a dos palabrotas que empiezan por h y a las que tengo un reparo que proviene de la infancia. Por ello me sorprende el desarrollo que han seguido dichas palabras o tacos, que han tenido una evolución más rápida que la mía, ya que las veo incorporadas al lenguaje cotidiano ya sea en público o en privado.

La primera es «hijoputa», insulto muy de moda desde que lo ha utilizado la Condesa consorte de Murillo, más conocida por Esperanza Aguirre. Este taco es una derivación del primitivo que incorporaba o intercalaba un «de» para definir más claramente la profesión de la madre del insultado. Sobre este punto sólo cabe aceptar la tesis que mantenía el gran director cinematográfico Berlanga, sobre lo mal hablados que son las personas pertenecientes a la aristocracia española. Con ello intentan aparentar cierta cercanía a la plebe y conseguir así el preciado adjetivo de campechano.

La presencia en nuestro país de futbolistas sudamericanos, en especial argentinos, hizo más coloquial dicho insulto, aunque supongo que, en principio, debieron de tener algún disgusto por su uso indiscriminado. Posteriormente ya medio incorporado al argot de las nuevas generaciones, pasó a ser un sinónimo de malvado, listillo o astuto que en algunas ocasiones hasta puede parecer un halago. De ahí la forma unida que ya hemos citado y nos da cierta vergüenza repetir.

Por mi parte, este insulto no lo utilizo normalmente, pues me sigue pareciendo lo máximo que se pueda decir y por ello lo tengo reservado para situaciones realmente graves. Por ejemplo, si llego tarde a una cita y me quitan el aparcamiento.

La otra palabrota en mi infancia era considerada una blasfemia. Ahora se utiliza con gran normalidad para describir una bofetada o un golpe. No me hagan escribirla pues sigo manteniendo un temor reverencial hacia ella. También empieza por h y cuando éramos niños evitábamos decirla porque estaba y está muy ligada a la Primera Comunión. Por ello rápidamente la uníamos a la palabra «consagrada» o decíamos cursiladas como la sagrada forma o simplemente la forma. Si alguien tiene alguna duda especificaré que la forma era redonda y blanca.

Ustedes se reirán de mis escrúpulos, pero uno es víctima de su formación y, aunque pretende reciclarse, en ocasiones no lo logra. En especial con todo lo referido a lo que considero de mal gusto.

Paco Fochs

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