sábado, julio 27, 2024
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Zaragoza despide a la subinspectora de la Policía Nacional Rosa Crespo

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Numerosos miembros del Cuerpo Nacional de Policía y de la Guardia Civil y un nutrido grupo del colectivo de personas sordas de Zaragoza, del que Rosa Crespo había sido secretaria como hija de padres sordos, han arropado a la familia durante toda la jornada, desde la llegada del cuerpo a la Delegación del Gobierno, donde ha estado instalada la capilla ardiente hasta las 18.00 horas.

También compañeros de estudios de las dos hijas adolescentes de la víctima han acompañado a la familia, así como representantes de las instituciones aragonesas civiles y militares, el vicario episcopal de la Policía Nacional, Jesús Ángel Aguilera, y la Junta de Gobierno del cuerpo.

La marcha fúnebre acompañó al féretro con los restos de Rosa Crespo desde la Delegación del Gobierno hasta la basílica, un recorrido de corta distancia a lo largo del cual cientos de personas dieron el último adiós.

El ataúd, transportado a hombros por seis compañeros, ha sido recibido a la entrada de la basílica por el arzobispo de Zaragoza y una comitiva formada por una docena de sacerdotes.

Pensaba regresar a España en febrero

El arzobispo Ureña ha dedicado su homilía a todas las víctimas del devastador terremoto que costó la vida a Rosa Crespo, quien desde agosto del 2008 prestaba labores de escolta a un alto cargo de la ONU y que pensaba regresar a España el próximo mes de febrero.

Ureña ha repasado la vida de Rosa Crespo, funcionaria de la Policía Nacional desde 1987, quien, ha asegurado, «desde pequeña mostró madera de líder y clara vocación para ayudar a los demás» y quien, con sus hijas ya mayores, «se embarcó en el reto personal de ayudar a un país desfavorecido».

Un lugar donde, ha recordado, compaginó su trabajo con la puesta en marcha de dos proyectos de cooperación, uno de apoyo a la población sorda de Haití y otro con la creación de una ONG de guardias civiles y policías.

Casada con Federico Capdevilla desde hace 28 años, tenía un carácter «jovial y alegre, luchadora, hogareña, amante de su esposo e hijos, carismática y ejemplo de superación y optimismo, ha resaltado Ureña, quien ha recordado que contaba con más de treinta felicitaciones públicas, entre ellas la Cruz al Mérito Policial con distintivo blanco de 1999.

El arzobispo ha destacado que la agente ha muerto «sirviendo a los demás» y ejerciendo el ministerio de la caridad, y sobrepasando los límites de la familia se entregó al prójimo, «hasta el punto de querer servir a la sociedad más allá de la patria, en un país muy pobre». Tras el funeral, el féretro, escoltado por la Policía Local, ha sido trasladado hasta el Cementerio de Torrero de la capital para ser incinerada.

Imagen de la solidaridad

Por la mañana, la pista aérea de Torrejón reflejaba la imagen de la solidaridad y de los voluntarios de los equipos de rescate españoles que se trasladaron en un primer momento a la zona devastada por el terremoto: 18 ertzainas, 15 bomberos y perros de Madrid, siete bomberos y perros de Castilla y León y cuatro guardias civiles y otros tantos policías.

Estos efectivos han conseguido rescatar a una decena de personas vivas entre las ruinas de Puerto Príncipe, donde han vivido bajo una gran presión e incidentes aislados por la tensión de la población, despojada de todo.

Entre los haitianos se encontraban Alonso, y su hija Membiline de 17 años, y Vanesa, una joven de madre española, acompañada de sus tres niños pequeños; todos ellos estaban aún muy aturdidos, y Vanesa ha rehusado hablar. Alonso, que ha perdido en el terremoto a su otra hija y a su padre, ha pedido ayuda porque aún hay muchas personas en la calle y no hay suficiente comida, ha explicado a EFE.

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