sábado, abril 27, 2024
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El poder de las grandes empresas tecnológicas en la economía actual

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En plena era digital, las empresas tecnológicas ganan cada vez más peso en el escenario económico. Compañías como Meta, Amazon, Google o Apple han revolucionado el mundo con sus productos y servicios, pero también plantean retos desde el punto de vista de aspectos tan importantes como lo son las políticas antimonopolio y la protección de datos de carácter personal.

El fenómeno de la concentración de mercado

Si algo tienen en común los gigantes tecnológicos, es que todos ellos se han desarrollado a un ritmo mucho más rápido del que es habitual en otros sectores económicos. Esto ha favorecido el fenómeno de la concentración de mercado, en el que unas pocas compañías controlan el sector.

Su rápida expansión global ha levantado importantes barreras de entrada para potenciales competidoras. Tienen tanto poder en el mercado, que para otras empresas es especialmente complicado entrar en el sector digital y tecnológico, y esto puede actuar como freno a la innovación y a la diversidad empresarial.

Grandes impulsoras de la innovación tecnológica

Compañías como Google o Meta han estado bajo la lupa de los gobiernos y las instituciones por prácticas de dudosa legalidad. Hace tan solo unas semanas Meta fue sancionada con 1.200 millones de euros por infringir la normativa sobre protección de datos en la Unión Europea. Y Google ya ha perdido varios juicios en los que se le acusaba de prácticas monopolísticas.

A pesar de ello, estas empresas siguen gozando de un gran prestigio social porque han sido pioneras en el desarrollo de tecnologías revolucionarias. Uno de los últimos ejemplos es la Inteligencia Artificial (IA), que tiene en ChatGPT de OpenAI a su máximo exponente.

Con frecuencia, las grandes tecnológicas han recurrido a la adquisición estratégica de empresas más pequeñas para mantener su posición dominante y hacerse con tecnología que en ese momento no tenían. Una práctica que en más de una ocasión ha hecho saltar las alarmas sobre sus prácticas anticompetitivas.

Un reto para las instituciones y los gobiernos

En los últimos años, parece haberse declarado la guerra entre los gigantes tecnológicos y los gobiernos a nivel mundial. Porque su forma de actuar ha suscitado debates sobre si las regulaciones actuales sobre prácticas antimonopolísticas son suficientes para hacer frente a los desafíos que plantea el crecimiento de estas compañías.

Los argumentos de los expertos son variados. Hay quien opina que debe haber un mayor control gubernamental para poder salvarguardar la competencia y proteger así los derechos e intereses de los consumidores y usuarios.

Pero también hay quien considera que la normativa sobre competencia ya no se ajusta al entorno actual y necesita ajustes. Porque limitar la capacidad de crecimiento de las compañías tecnológicas podría implicar poner barreras a un desarrollo digital del que se beneficia el conjunto de la sociedad.

Por el momento, la balanza se inclina a favor de seguir tomando medidas para impedir que unas pocas empresas dominen el mercado tecnológico. El pasado año, la Unión Europea aprobó nuevas normas contra los monopolios tecnológicos, y Estados Unidos demandó hace unos meses a Google por monopolio, exigiéndole que divida su negocio de publicidad digital.

El reto de la IA: más poder para las tecnológicas

En este escenario, la rápida proliferación de la Inteligencia Artificial se postula como un nuevo reto a superar. Aunque ahora mismo el debate está centrado en si hay que regular o no esta tecnología, y en cómo hacerlo en caso de que opte por limitar su «poder». Los expertos han detectado un nuevo riesgo.

Para ellos, el auge que está teniendo la IA hará todavía más poderosas a las empresas que ya son grandes en el sector tecnológico.

Es cierto que la Inteligencia Artificial brinda muchas oportunidades de desarrollo empresarial, pero son pocas las empresas que tienen la infraestructura necesaria para dar soporte a una herramienta de IA. Prueba de ello es que la gran mayoría de las que funcionan en la actualidad dependen de nubes como Microsoft Azure o Google Cloud.

Esto implica que, incluso las empresas de nueva generación que están consiguiendo hacerse un nombre en el campo de la Inteligencia Artificial, dependen de los grandes gigantes de la tecnología, y no es descartable que sean absorbidas por estos en un futuro no muy lejano.

La protección de datos, otro caballo de batalla

El poder de las grandes compañías se basa en la gran cantidad de datos que almacenan. Datos que ansían las compañías de cualquier sector que quieren hacer publicidad y llegar de manera efectiva a su público potencial, por lo que están dispuestas a pagar para publicitarse en plataformas como Facebook o Google.

Las grandes tecnológicas utilizan los datos de sus usuarios para vender servicios como la publicidad en sus plataformas, pero también para comprender mejor el comportamiento de sus usuarios y diseñar nuevos productos y servicios que retengan su atención. Esto, que un un principio es lícito, se convierte en un problema en el momento en el que las compañías tecnológicas, en su gran mayoría estadounidenses y acostumbradas a una legislación más flexible en estos temas, se muestran poco trasparentes a la hora de dar explicaciones sobre cómo están gestionando los datos.

El riesgo no está solo en cómo utilizan los datos estas empresas, sino en qué seguridad se está dando a los mismos. Porque si esta no es suficiente, los datos de millones de personas podrían verse expuestos y acabar en manos de ciberdelincuentes.

Aunque estas compañías invierten mucho en ciberseguridad, no están exentas de los ataques de los piratas informáticos. Facebook, cuyo caso es extrapolable a otras empresas de su sector, ha sufrido varios ataques en los últimos años que han dejado expuestos los datos de más de 50 millones de usuarios.

La capacidad para impulsar el avance tecnológico y afrontar desafíos sociales: su mejor tarjeta de presentación

Al margen de las críticas y los retos que plantea la presencia de los gigantes tecnológicos en el mercado, su existencia también ha reportado beneficios al conjunto de la sociedad.

Más allá del que es su servicio o producto principal, muchas de estas compañías dedican recursos y el talento de sus empleados al desarrollo de productos que tienen o tendrán un impacto positivo en la sociedad.

Por ejemplo, el chip cerebral de Neuralink, que podría permitir a las personas afectadas por alguna discapacidad recuperar su movilidad, su capacidad de comunicación, y hasta la visión. O el Metaverso de Meta, que a pesar de estar encontrándose con grandes dificultades en su desarrollo, podría llegar a ser una importante fuente de empleo en el futuro.

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