Zapatero y Rajoy perdieron la ocasión
Para poco o más bien para nada ha servido el debate parlamentario sobre la crisis económica celebrado ayer en el Congreso de los Diputados, puesto que de semejante acontecimiento no ha salido ninguna iniciativa inmediata y contundente para abordar los muchos problemas que tenemos encima. Al contrario, se han aplazado grandes decisiones porque Zapatero, que quedó solo frente a toda la oposición, muy crítica con él, se dejó fustigar a placer a manos de sus adversarios de la izquierda y del PNV con el claro objetivo de alcanzar con ellos, en las próximas semanas, un pacto para aprobar los Presupuestos Generales del 2010. Como regalo preparatorio de ese pacto, Zapatero sí les anunció que los impuestos subirán en un porcentaje del 1,5 del PIB, lo que supondrá llegar a los 16.500 millones de euros, pero sin especificar Zapatero cuáles serán los impuestos que subirán, aunque todos imaginan que serán los de rentas de capital, el IVA y de algunos productos como tabaco, alcohol y gasolina.
El PP, por su parte, aprovechó el debate para desgastar al Gobierno y buscar una mejora de sus expectativas electorales y centró su ataque al Ejecutivo al señalar que la situación económica y social empeora cada día, lo que en definitiva desmiente el optimismo de Zapatero cuando afirma -ayer volvió a repetirlo- que ya ha pasado lo peor. Rajoy ofreció a Zapatero un pacto en pos de una reducción del gasto público nacional, autonómico y municipal, pero le puso como condición la no subida de impuestos, que es el caballo de batalla política y electoral que en la actualidad monta el PP de una manera un tanto obsesiva, y relacionándolo con los problemas del desempleo y del déficit público. Convencidos los del PP de que la no subida de impuestos es la varita mágica que lo arregla todo, lo que desmintió Zapatero citando el caso de Alemania, que subió el IVA en el 2006 y recupero empleo en el 2007.
Naturalmente, el discurso permanente de Zapatero es el del gasto social -la "paz social" le llamó, descubriendo que teme la huelga general-, y con ello justificó el déficit y la subida de impuestos, al tiempo que subrayaba que él no era el presidente del déficit, como le decía Rajoy, porque durante cuatro años fue el presidente del superávit frente a dos de déficit. Momento en el que Zapatero puso a Gallardón como ejemplo de déficit nacional, lo que a su vez fue rechazado por Rajoy diciendo que el récord nacional lo tenía el presidente del Gobierno actual.
En definitiva, una especie de baile de salón sin agresividad, ni crispación y un continuo cortejo de Zapatero a las minorías de izquierdas y al PNV a ver si aprueba los Presupuestos del 2010. Y la sensación general de que Rajoy está a lo suyo, es decir, al desgaste del Gobierno y a su mejora electoral, y Zapatero a sobrevivir, sin que ninguno de los dos pusiera el dedo en la llaga de cómo conseguir en tiempo récord, para no perder el tren europeo de la recuperación económica, la reactivación de la economía y del empleo. Lo que, dicho de una manera sencilla y directa, se resume en tres puntos: qué hacer para que las empresas en crisis y en pérdidas no quiebren y salven los puestos de trabajo; cómo facilitar el nacimiento de nuevas empresas; y qué hacer para que los bancos ayuden a empresarios y familias con una legión de créditos con tipos de interés bajos y razonables.
De estos tres puntos ni Rajoy ni Zapatero hablaron de manera concreta y con propuestas definitivas, aunque sobrevolaron los temas. Rajoy no llegó a solicitar la reforma del mercado laboral y la reducción de los gastos de la Seguridad Social para las empresas en crisis, a las que nada les sirve que el Gobierno, en el caso de las pymes, les anuncie la reducción de impuestos en sus beneficios. ¿Qué beneficios? Tampoco se anunciaron incentivos de este tipo para nuevas empresas, y ninguno de los dos, ni Zapatero ni Rajoy, se han pronunciado sobre los bancos y los banqueros. Al contrario, ambos han presumido de llenarles los bolsillos de dinero público, sin exigir presencia del Estado en los consejos de administración, sin recortar sus bonus, y sin obligarles a dar créditos a tipos de interés moderados. Lo que confirma que en esta crisis sólo los bancos han ganado la partida, a pesar de tener su alta cota de responsabilidad en la crisis, y en contra de lo que han hecho los gobiernos de Estados Unidos, Francia, Alemania, Bélgica, Holanda, etc.
¿Quién le pone el cascabel al gato banquero? Nadie. ¿Y a los sindicatos? Nadie. ¿Quién ayuda a los empresarios? Nadie. Y éstas sí son cuestiones de la economía real, cruciales y definitivas para salir de la crisis a bordo de ese tren europeo que parece arrancar y que España puede perder. Pero ni el jefe del Gobierno ni el líder de la oposición se quieren mojar en estas cuestiones incómodas, el uno, Rajoy, vestido de paladín contra la subida de impuestos, y el otro, Zapatero, jugando a defensor de los pobres y descamisados. Y los dos luciendo sus grandes conocimientos económicos con debates más o menos de salón sobre el déficit público y los impuestos, que no están en la lista de la necesaria urgencia para reactivar la economía y frenar el paro, por más que todo ello esté relacionado entre sí. O sea, estamos igual que antes de este debate de exhibición mediática para el PP y de preparación del pacto presupuestario para el PSOE. En definitiva, más tiempo perdido y el anuncio de Zapatero y Rajoy de que se van a entrevistar. ¿Para qué? Se dice que para hablar de gasto, energía y educación, pero sólo para hablar.
Pablo Sebastián