A Rajoy le robaron la merienda...
Ha terminado el debate sobre el estado de la nación, y a la espera de las proposiciones que los distintos grupos parlamentarios puedan presentar para ser votadas el próximo martes día 19 (en el último debate, las proposiciones superaron la treintena, y en esta ocasión puede que el número sea aún mayor) hay que hacer un balance de horas y horas de réplicas y contrarréplicas, de horas y horas con escasas propuestas por parte de la totalidad de los grupos, y de horas y horas de críticas a la política económica del Gobierno sobre la crisis.
El presidente del Gobierno, que a pesar de todos los pronósticos ha conseguido salvar el debate con una serie de propuestas económicas, la mayoría de ellas inconexas, que nadie esperaba, especialmente la oposición popular, ha salido del Parlamento en el mismo clima de soledad parlamentaria con el que entró, que se reflejará la semana que viene en la aprobación de las resoluciones, para las que tendrá que hacer un trabajo de orfebrería tanto José Antonio Alonso como el nuevo secretario general del grupo socialista, Eduardo Madina.
Sobre todo para impedir nuevos acuerdos entre el PP y los nacionalistas catalanes en un tema que parecen coincidir: la supresión de las deducciones en el IRPF por compra de vivienda para quienes ganen más de 24.000 euros.
Soledad parlamentaria -que ha intentado romper con Coalición Canaria, Bloque Nacionalista Galego y Unión del Pueblo Navarro- y todo un torrente de críticas, y hasta descalificaciones, por las medidas que, hasta ahora, ha venido tomando para hacer frente a una crisis que ha estado negando, por lo que no ha tenido más remedio que admitir su error, reconociendo que se había equivocado en las previsiones y en la gravedad de la situación económica...
Acertó Zapatero en su discurso con ese catálogo de medidas económicas, algunas de ellas (las ayudas a los nuevos compradores de vehículos para paliar la crisis del sector del automóvil, tan criticada en su momento por el ministro de Industria, Miguel Sebastián, la reducción del gasto presupuestario y las ventajas fiscales para ciertas pymes y autónomos) incluidas en esa "hoja de ruta" elaborada hace dos semanas por el Partido Popular y que la oposición popular no esperaba.
Y se equivocó Rajoy al pronunciar un discurso elaborado durante todo el fin de semana, sin criticar ninguna de las medidas económicas anunciadas y, sobre todo, sin debatir el efecto que, según los expertos del PP, pueden producir esas medidas inconexas, pero válidas algunas de ellas.
Tuvo Rajoy tres horas para, junto con sus colaboradores y asesores, contestar punto por punto a las propuestas del presidente del Gobierno, pero, probablemente, esa indolencia que caracteriza al líder de la oposición, que tenía ya listo su discurso (lo pudo pronunciar la semana pasada e incluso, él mismo, puede pronunciarlo en el próximo pleno), le llevó a no cambiar nada y, sólo en la réplica, introducir algunas pinceladas, mientras que veinticuatro horas más tarde su partido enviaba a la prensa un elaborado informe de doce folios en el que se desmontan muchas de las medidas anunciadas por Zapatero. Demasiado tarde. Eso mismo en el Parlamento hubiese contribuido a dar otra imagen distinta de la intervención del líder de la oposición.
Ganó Zapatero en estrategia e iniciativa, cuando todos esperaban el discurso del optimismo y de la recuperación a la vuelta de la esquina, y perdió la posibilidad de encontrar aliados necesarios dentro de los grupos parlamentarios.
Ganó Rajoy en algunas de las réplicas parlamentarias y en esa pasión política que le inspira su animadversión personal hacia Zapatero. Pero se equivocó de discurso y sus diputados se dieron cuenta desde el principio.
Todo estaba dispuesto para que ganase por goleada (¿cuándo si no ahora?), pero se equivocó de libreto y de música y dejó que el representante de Convergència i Unió, Josep Antoni Duran i Lleida, le robase la merienda, porque hizo el discurso que pudo hacer Rajoy y no supo...
José Oneto