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Egipto echa un pulso a Irán

El desafío de la peculiar democracia egipcia del presidente Mubarak a la no menos peculiar democracia del chiísmo integrista iraní se ha establecido sobre el ensangrentado tapete de la discordia palestina, en la que contienden, como referencias de fondo, el islamismo de formato integrista representado por Hamás y el nacionalismo árabe de acuñación laica y arafatiana -que primero fue terrorista, como el propio nacionalismo judío de Menagen Beguin y los comandos de Shamir-. Sobre uno y otro polo, el islamista y el nacionalista, se orientaron las navegaciones de unos y otros palestinos.

Entraron, como no podía ser de otra manera, en rumbos de colisión, luego de que el islamismo de Hamás ganara las elecciones parlamentarias en enero de 2006. Del choque político pasaron al choque armado. Y así, a tiros y a gorrazos, expulsaron de Gaza a los cuadros nacionalistas que representaban las gentes de la OLP, con la estructura de Al Fatah, como soporte de Mahmud Abbás, presidente de esa Autoridad Nacional Palestina (ANP), que es tanto como la larva política que habrá de eclosionar, al cabo del proceso de negociación con Israel, en Estado Palestino.

Manipulado por Irán, Hamás (Movimiento de Resistencia Islámica) se fue por derecho, desde el primer momento, contra el proceso negociador con Israel, puesto que de Israel no quiere saber nada -salvo la noticia de que ha desaparecido- el mundo de los ayatolás iraníes. Como factor independiente de la ANP, tras de los sangrientos choques en junio de 2007, Hamás, movido a control menos que remoto desde Teherán, ha hecho cuanto ha tenido a mano para que las negociaciones con Israel de Mahmud Abbas no llegaran nunca a puerto. Lo consiguieron al provocar su guerra suicida, pues a lo que se ve, era el único medio de conseguir que Estados Unidos y la Liga Árabe, auspiciadores de la negociación en la Conferencia de Anápolis, durante el otoño de 2007, no pudieran salirse con la suya de ninguna de las maneras.

De lo que se trata ahora es de relanzar el proceso negociador de los palestinos con Israel mediante el apoyo de Egipto. Pero las dificultades para ello han surgido después por la parte hebrea, dada la interinidad sobrevenida en el interlocutor israelí por el empate virtual en el que se han resuelto las últimas elecciones parlamentarias. Es lo que faltaba. Tzipi Livni (Kadima) le ha dado calzabas a Netanyahu (Likud). El bloqueo de la negociación, por tanto, resulta de un doble freno: el sobrevenido dentro de la política israelí, donde también existe una división entre los partidarios y los opuestos de sentarse a la mesa con los palestinos. Y el aun irresuelto pleito entre éstos, sobre cuyo positivo desenlace caben todos los temores pese a la presión de Hosni Mubarak, el sucesor de Anuar el Sadat en la presidencia de Egipto, al que asesinaron los Hermanos Musulmanes. Que son los progenitores integristas de Hamás.

En fin, que si los ayatolás de Irán consiguieron que Hamás sacrificara la Franja de Gaza durante el cambio de año, al provocar la guerra con la ruptura de la tregua con los cohetes, es ahora el Gobierno de Egipto quien insiste en recomponer la perdida unidad política de los palestinos. El Cairo le echa un pulso a Teherán desde la premisa laica de que los persas no deben, desde su integrismo, injerirse en los problemas de los árabes.

José Javaloyes

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