TRAGEDIA DE GAZA: ÚLTIMO ACTO
Mientras Hamás juraba venganza por la muerte del “ministro” del Interior de la Franja de Gaza, en El Cairo continuaban las negociaciones con representantes islamistas sobre el alto el fuego, propuesto por Egipto y modificado por los palestinos disidentes de la ANP representada por Mahmud Abbás, con sus propuestas alternativas a un despliegue de fuerzas internacionales. Que el presidente de Francia había sugerido, tomando como modelo lo que se hizo en el sur de Líbano tras de la guerra del verano de 2006 entre Israel y Hezbolá.
Dentro de un contexto así, y tras de una jornada que había sido la más violenta de la guerra comenzada el 27-D, desde el propio Gobierno israelí se aseguraba que la contienda podría haber entrado en su “acto final”. ¿Era ello una traducción del clima político que se respiraba en la negociación cairota sobre la propuesta egipcia de alto el fuego, algo que Hamás había modificado en extremos esenciales, tanto sobre el fondo mismo de la propuesta, en sus alcances materiales, como en determinados contenidos instrumentales, referentes sobre todo al modelo de garantías.
El enfoque para la fórmula que lleve al silencio de las armas tiene, por lo que trasciende de las informaciones fragmentarias que llegan a los observadores internacionales, dos puntos distintos de partida: el de los islamistas de base que se encuentran en Gaza y los jerifaltes de Damasco, acogidos a la hospitalidad siria y más sensibles a las indicaciones de los persas. Se advierte cómo Teherán intenta, por conducción remota de los acontecimientos, armonizar su apoyo y su aliento a los combatientes con las cautelas políticas ante los Gobiernos árabes, mayoritariamente recelosos – con la muy notoria excepción de Siria – frente a la injerencia de los ayatolás en sus propios asuntos y en su misma política con Israel.
No debe olvidarse, en este sentido, que la República Islámica de Irán no fue invitada, por razones obvias, a la Conferencia de Annápolis, en el otoño de 2007, para la negociación entre Israel y el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), destinada a la culminación del Estado Palestino; conferencia a la que también fue invitado el Gobierno de Damasco, para que, también con Israel, negociara la paz pendiente desde la Guerra árabe-israelí de 1973, llamada del Yom Kipur por los judíos, y del Ramadán por los árabes. La hoja de ruta acordada entonces en Anápolis debería haber llevado, para estas fechas, a la creación del Estado Palestino, mientras que los contactos sirio-israelíes, por intermediación turca, habrían conducido a medio plazo a la firma de la paz mediante la devolución del Golán (en poder de Israel desde la Guerra de los Seis Días). O sea, en este caso, al igual que lo sucedido con la paz entre Israel y Egipto mediante la devolución del Sinaí.
Sadat, que firmó la paz aquella, fue asesinado por los Hermanos Musulmanes. Y al Israel de ahora, que suscribió los de Annápolis, Irán – que quedaría aislado por la paz con Siria – le desbarató la doble operación con Abbas y con Assad, a través de la denuncia por Hamás del alto el fuego. Polvos tales han traído estos lodos de sangre que quizá acaben en este último acto anunciado en voz baja por Israel. La respuesta judía en Gaza ha sido proporcional al torpedeo iraní de los procesos de paz con Siria y Palestina.