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Una cultura de tolerancia

Tras semanas de emocionantes imágenes salidas de la Plaza de la Liberación, Egipto ofrecía un examen práctico que demuestra lo difícil que va a ser en el mundo árabe la transición a la democracia: El ingrediente esencial será una cultura de tolerancia -- y una tónica de unidad que se imponga a las diferencias políticas y religiosas, entre otras.

La desagradable vieja política de división afloraba en Egipto el pasado fin de semana en tres enfrentamientos dramáticos: Las participantes en una marcha de mujeres fueron al parecer "manoseadas" por los transeúntes masculinos; cristianos coptos se enfrentaban a los musulmanes tras la destrucción de un templo, dejando 13 muertos; y los manifestantes saqueaban los archivos de las odiadas fuerzas de seguridad, en busca de basura del antiguo régimen y tal vez de sus vecinos.

Lo que sí hace una cultura democrática es coger estas tensiones reales e ineludibles y encontrar la vía constructiva de salida para ellas. La canción árabe "Salmiya" - tranquilo - fue uno de los sonidos de unión de la Plaza de la Liberación, y hace ahora la misma falta que en la era post-Hosni Mubarak. El movimiento de la Liberación se componía de grupos dispares -- socialistas y capitalistas, hombres y mujeres, musulmanes y cristianos -- pero encontraron un idioma común. Espero que no tengan amnesia. 

El peligro reside en que la incipiente democracia se convierta en discordia anárquica, seguida de renovada represión -- un proceso totalmente frecuente en los antecedentes post-revolucionarios. El idealismo de la Revolución Francesa dio paso a la sangría del Comité de Seguridad Pública, que a su vez trajo el período de represión conocido como Termidor. Los jóvenes demócratas de Egipto, Túnez y Libia sólo evitarán este trágico ciclo si practican la tolerancia.

Pongamos el ejemplo de las instituciones de seguridad de un nuevo Egipto. La policía se convirtió en el enemigo de los manifestantes de la Plaza de la Liberación, y todavía queda una gran cantidad de rabia acumulada contra el estado represor de Mubarak. Pero los egipcios también quieren orden social, y van a necesitar unas fuerzas de seguridad modernas y eficaces que no acosen ni torturen a la población. Necesitarán unos servicios de Inteligencia eficaces también a esos efectos.

¿Cómo ayudar a los árabes a crear servicios de seguridad modernos? Tras la caída del comunismo, Estados Unidos ayudó a las naciones de Europa del Este a la hora de crear tales organizaciones, con reglamentos y medidas de supervisión. América no es el país más adecuado para ayudar a reconstruir los nuevos servicios egipcios de seguridad (nos vimos demasiado envueltos en los males de los viejos), pero ¿qué tal una misión de Polonia, o de la República Checa, o de otros países que crearon agencias de orden público y de Inteligencia siguiendo el modelo democrático?

La historia estadounidense está relacionada con el avance gradual de tal cultura de tolerancia, y llevarla a puerto nos llevó décadas. Veneramos a los artífices de la Constitución, pero Washington, Adams, Jefferson, Madison y Hamilton pasaron la década de los 90 del siglo XVIII lanzándose puñaladas retóricas. Nuestra joven República oscilaba entre las protestas anárquicas de la Rebelión de los Destileros y la represión policial de las Leyes de Sedición y Extranjería.

América tuvo la suerte de disponer de una Declaración de Derechos para enmendar su nueva Constitución, que garantiza el angular de tolerancia que haría posible la democracia. Espero que los egipcios y sus vecinos ideen sus propias versiones de una declaración de derechos así, para garantizar las libertades de religión y prensa y el resto de derechos humanos.

Y a propósito de la cuestión de la libertad de prensa, es desalentador ver a regímenes como Jordania, que dicen desear reformas, alentar a la suspensión de la columna semanal en el Jordan Times de Randa Habib, la respetada directora de la corresponsalía en Ammán de la Agencia France-Presse. Bien por los 200 valientes periodistas jordanos que se manifestaron la semana pasada en defensa de la libertad de prensa. Si el Rey Abdaláh II quiere ser considerado un reformista genuino, necesita apoyar esta causa en lugar de combatir contra ella.

Mientras el mundo árabe lucha por crear una cultura democrática, espero que escuche más del Presidente Obama. Él es un símbolo del propio progreso de América hacia ese objetivo -- y es un caballero en la posición de dar algún consejo: afroamericano, hijo de padre musulmán, una persona cuya actitud y estilo de administración suscitan el respeto y la reserva hacia las opiniones de los otros que hacen que la democracia funcione.

Obama ha sido criticado por no ser más intervencionista en su respuesta a las revueltas multitudinarias de Egipto y Libia. En su mayor parte, creo que esas críticas son tontería; Obama ha hecho bien en dejar que esta versión sea de los árabes, sin intervención estadounidense. Pero en la cuestión de crear democracias nuevas y tolerantes, Obama debería de decantarse. ¿No es hora ya de un nuevo discurso de El Cairo que alinee a América con este proceso de cambio?

David Ignatius

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