Una agridulce resaca electoral
Terminados los fastos tras la celebración de las elecciones autonómicas al parlamento vasco, se percibe en el ambiente los restos de una resaca postelectoral más agridulce que en anteriores ocasiones. Si bien la situación política que hereda el previsible lehendakari, Iñigo Urkullu, es menos convulsa que la recibida por sus antecesores en el cargo, el líder peneuvista ha de enfrentarse con un escenario de crisis económica que no arrecia. Prueba de ello es que la campaña electoral ha pivotado, esencialmente y por primera vez desde 1981, sobre esta cuestión.
Durante la campaña, no pocos candidatos han realizado comparaciones entre la tasa de desempleo vasca (en torno al 16 %) y la nacional (sobre el 25 %), como muestra de que las políticas desarrolladas a nivel autonómico han sido más adecuadas que las diseñadas en Madrid. Sin embargo, y aceptando este hecho objetivo, la realidad socioeconómica de los vascos va mucho más allá que un mero dato. Hace unas semanas, Randstad publicó un informe que recogía una estadística muy significativa en este sentido: el 48 % de los ciudadanos vascos ha estado o está pluriempleado debido a la actual situación económica y laboral y el 81 % estaría dispuesto a desempeñar varios trabajos. El análisis que de este dato puede extraerse es claro: la ciudadanía tiene miedo del presente y del futuro. En una situación de crecimiento y prosperidad, pocas son las personas seducidas por el pluriempleo.
Hay que tener en cuenta que la evolución de la crisis ha sido más lenta en la Comunidad Autónoma Vasca que en el resto de España y que esta puede explotarle al futuro gobierno con toda su intensidad. La razón esencial que explica este retraso es por el crecimiento demográfico más lento del País Vasco (casi un 20 % menor que en el resto del país) y por el importante peso económico que aún posee la industria vasca. Pero, ¿cómo responderán las empresas de la región ante la previsible caída del consumo y, por consiguiente, de la producción? Las políticas que desarrollen Urkullu y su equipo serán claves a este respecto.
Otra de las grandes dificultades con la que se encontrará el inquilino del palacio vitoriano de Ajuria Enea será la gestión de la pobreza y de la exclusión social con unos fondos públicos muy limitados. Según la Plataforma Pobreza Cero, casi 90.000 habitantes de la comunidad se encuentran en esta situación mientras que, por los efectos devastadores de la crisis, otras 323.000 corren el peligro de caer en la marginación. En total, más del 19 % de la población vasca no cuenta con los suficientes recursos para vivir dignamente o está en riesgo de hallarse en esa más que difícil tesitura en los próximos años.
El ejecutivo de Íñigo Urkullu va a tener mucho trabajo encima de la mesa y la necesidad de grandes dosis de acierto con las políticas que desarrolle. Al margen de cualquier afinidad, neutralidad o discrepancia ideológica y por el bien de todos, esperemos que el vizcaíno sepa capitanear la nave a buen puerto. Falta hace.
Gorka Labarga-Estrella Digital
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