Un error soberano y una memez real
La "charla" del Rey a Rajoy al final del desfile, aunque se desmintiera horas después que hubiera nada de reprensión a Wert, y las palabras estas públicas y publicadas del Príncipe, "No hay un problema con Cataluña" constituyen un error soberano y una real memez, por parte de Don Juan Carlos y su heredero, tan coordinados como desafortunados el día de la Fiesta Nacional.
Los entrecomillados atribuidos al Monarca han resultado ser inventados. Sirvieron eso sí para titulares y aprovechamientos torticeros de quienes son los mayores detractores de la Corona, que por un día se volvieron monárquicos de pro, por los separatistas desde CiU a ERC que en su hoja de ruta llevan la ruptura de España y por algunos diarios, como el periódico que se sirvió de lo presunto para ridiculizar al ministro. "El Pobre Wert" tituló el Periódico de Cataluña, el medio más ideológicamente cercano al PSC catalán. La Zarzuela desmintió la presunta expresión y se añadió como información que don Juan Carlos había almorzado el día anterior con el presidente y el propio Wert donde de haber querido decir algo al respecto lo hubiera dicho.
Pero entonces ¿qué escenificó el Monarca en el desfile? ¿A qué pretendía dar pábulo? ¿Por qué sembró con ese "aparte" la confusión en un momento y en una situación tan delicada? Quedarán ahí las preguntas sin respuesta. Pero el Príncipe Felipe sí las tuvo en la recepción del Palacio Real y puede afirmarse que son las palabras más torpes que ha pronunciado a lo largo de toda su trayectoria, impecable hasta este momento y alejada de sucedidos y espectáculos que han salpicado a la Familia y de las que se ha mantenido aparte y sin salpicaduras. Su intención, comprensible, pudo ser la de intentar que no se desbordaran tensiones o hasta procurar embridarlas enfriando la expresión. Pero de ahí a afirmar que no existe el problema va un mundo. La distancia entre la prudencia y la negación de una realidad. Porque eso es lo que hizo. Negar una evidencia, una obviedad que además es de una gravedad extrema, preocupa a todos y está poniendo en riesgo la identidad y el futuro de España como Nación, como Estado, como proyecto y como convivencia.
Los daños del mal día de la Casa Real, justo cuando quisieron escenificar que hemos de circunscribirla únicamente a ellos, al Rey y a su heredero, bajando a las Infantas del palco, se limitaron en cierta modo con el desmentido. Pero pasado ya el momento del temblor informativo queda el poso de un error muy serio de percepción y aun peor de equidistancia entre quienes defienden la Constitución, y dentro de ella no se olvide, la Corona, y quienes la quieren violentar. Han hecho daño y se lo han hecho a sí mismos. Porque con ello han abierto indudables brechas de desconcierto entre quienes son sus mayores valedores y defensores. Ellos son quienes más heridos se han sentido y eso es algo que ha de tener en cuanta quienes encarnan la Institución. La valoración de la Monarquía no es ni mucho menos la que fue y ello han de tenerlo bien presente quienes la encarnan. El 12-O no contará precisamente entre sus aciertos y si en algo que, aunque a veces se haya disculpado, no deja de tener connotaciones negativas: el verbo apócrifo, pero muy hispanamente descriptivo, borbonear.
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