Rosell quiere más parados
El presidente de la patronal asegura que sobran cerca de un millón de funcionarios. No es la primera vez que Joan Rosell hace está afirmación que tanto alboroto provoca en la opinión pública.
Pero vayamos por partes. Puede que sobren funcionarios, por ejemplo todos aquellos que han sido "fichados" por clientelismo partidista. Pero al mismo tiempo faltan trabajadores en la Función Pública, por ejemplo médicos, enfermeras, profesores para todos los tramos de la enseñanza, desde la infantil a la superior, y falta personal para hacer realidad la Ley de Dependencia. De manera que si Rosell se refiere a esa ristra de consejeros, asesores y demás que acompañan a los ministros de cualquier gobierno, incluidos los autonómicos, pues, efectivamente, a lo mejor esos funcionarios a dedo sobran, pero al mismo tiempo faltan aquellos que realmente son necesarios para seguir manteniendo el Estado de Bienestar.
En cualquier caso, la cifra de un millón es una exageración. No, no sobran un millón de funcionarios. Otra cosa es que nuestros dirigentes políticos tengan que sentarse y racionalizar la Función Publica, porque lo que no es de recibo es que haya servicios triplicados.
Pero, además, volviendo a la cifra de Rosell, un millón, imagínense lo que supondría un millón más de desempleados. Si en nuestro país ya hay cinco millones de personas sufriendo el drama del paro, es para ponerse a temblar pensar que a esos cinco millones Rosell quiere añadir un millón más.
Creo que el presidente de la patronal debería de calibrar sus palabras y sus propuestas sobre todo por las consecuencias. Yo no sé si el señor Rosell acude a los hospitales públicos, pero si lo hace podrá comprobar que en todos están desbordados, que tanto médicos, como enfermeras, como el personal auxiliar, se dejan la piel atendiendo a enfermos y familiares. O si por casualidad tiene a bien visitar una escuela pública encontrará a maestros desbordados. Naturalmente hay excepciones a la regla, y todos nos encontramos alguna vez ante una ventanilla en que el funcionario no está porque se ha ido a desayunar, o te tratan con displicencia sin tener la más mínima consideración hacia el tiempo de los demás, o te mandan de ventanilla en ventanilla, o en vez de arreglarte un problema te lo enrevesan más. Pero frente a esos funcionarios que en alguna ocasión nos ponen de los nervios están esos otros que cumplen con su deber y que hacen lo imposible por facilitarnos la vida a los demás.
No, no sobran un millón de funcionarios y no necesitamos un millón de parados más. Necesitamos que se racionalice la Función Pública, que aumente el personal donde es necesario, y que se optimicen recursos donde se pueden optimizar.
Yo no sé si Joan Rosell ha estado alguna vez en el paro, supongo que no, de manera que no sabe el frío que hace fuera del sistema, de la desesperación del parado.
Naturalmente hay que exigir a los funcionarios que cumplan escrupulosamente con su trabajo, que traten con educación y consideración a los ciudadanos, y naturalmente que se pueda sancionar a quien no cumpla, y sobre todo recordar a quienes están en la Función Pública que tienen un privilegio y es el de un puesto de trabajo seguro, algo de lo que carecemos el resto, y por tanto ese privilegio les obliga a ser mejores en lo que hacen y sobre todo considerados con quienes tienen enfrente. A lo mejor se puede plantear que el funcionario que no cumpla no tiene porque disfrutar de ese seguro de vida que supone tener un puesto de trabajo para el resto de su vida, pero eso es una cosa y otra sacar la tijera y afirmar que sobren un millón de personas. Rosell debería de pensarse otra vez lo que ha dicho, e incluso rectificar.
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Julia Navarro